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UN OBISPO CIVIL

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Una gallarda pluma ·que de vez en cqando avalora con sus estimad"simas producciones las columnas de EXCELSIOR, publicó en 20 de Ma- yo del corriente año, una breve nota referente a Alcalá Zamora, el .Óbispo cismático de Cebú, que se halla enterrado en el panteón de, Obispos, en la capilla del Cementerio de Paco.

De la vida de dicho señor, muy poco se conta- ba, y para llenar en lo posible esa laguna. me he decidido a publicar el siguiente artículo.

Don Luis le llamaban en Madrid al famoso sacerdote Alcalá Zamora que, según cuenta un escritor católico, uprescindiendo de las tareas propias del apostolado, y olvidándose bastante del confesonario, el púlpito, 18. iglesia y el estu- dio de la ciencia de ·Dios, dejó pasar años y años, procurando captarse la benevolencia de personas políticas, que no estaban ni podian estar en b11.e- na armonia con el Vicario de Cristo en la tie- tra".

Aquellas amistades le granjearon el cargo de Diputado en la época de la República Española (no la de ahora, sino la del último tercio del si- glo pasado), merced a cuyo cargo, Alcalá Zamo- ra use sentó entre los eneinigos de la Iglesia, no protestó contra la exclusión de los· Jesuitas y Paules, no dijo nada contra la criminal y sacrí- lega incautación de los archivos de las cátedra- les, no refutó a los que blasfemaban contra la Santísima Trinidad, no impugnó a los que inte~­

taban calumniar tan impla como dnicamente a la Purísima Virgen, y por último, aunque por lo común usaba traje de seglar, se presentó con hábito talar en el Congreso el día en que fué a votar la libertad de cultos".

Hasta aquí, loa datos ··que tenemos son negati- vos; acusan en el sacerdote diputado una frial- dad, un liberalismo que , debió ser causa de es- cándalo, sobre todo en aquel1os tiempos, en que , la opinión pública en España no se haUaba tan influida por las ideas disolventes de la época ac- tual.

Pero lo que puso limite a las demasías, corno eclesiástico, de Alcalá Zamora, fué el haber acep- tado el nombramiento que de él hizo, para Obis- po de Cebú, el Gobierno de la República que, ha-

·biendo roto sus relaciones con Roma, mal podía permitirse hacer semejante designación.

A bien que don Luis no se paraba en barras, y a trancas y barrancas se empeñó en calarse la mitra, y no habiendo obtenido en EsPaña la consagración episcopal, creyó que le sería más fácil conseguirla en Filipinas.

Pero sus cálculos fallaron, porque a pesar de venir a las Islas apoyado ¡jor el Gobierno y efi- cazmente recomendado al general Alaminos, tampoco le fué posible aquí obtener la imposi- ción de manos del Arzobispo Metropolitano, a quien con tal motivo se dirigió.

Gobernaba a la sazón esta archidiócesis el Ex- celentísimo Sr. D. Gregorio Melitón Martínez, ilustre sacerdote del clero secular, que habiendo nacido en Burgos en 1815, después de haber sido Asesor del Supremo Tribunal de Ja Rota, Pro- visor, Canónigo Doctoral y Arcipreste de Palen- cia, fué nombrado al cabo Deán de la Catedral de Pamplona, precisamente cuando por disposi ..

ción de Su Santidad Pfo IX, se secularizaba el Cabildo regular de aquella Iglesia.

Su virtud y su· ciencia le valieron la presenta- ción a la Santa Sede, por el. Gobierno de la Rei- na Isabel 11~ para el Arzobispado de Manila; y no sin resistencia por parte del agraciado, este tuvo al fin que recibir· la consagración episco- pal en Madrid, el 22 de marzo de 1862, encon- trándose ya en Manila en mayo de aqu21 mismo año, en que tomó posesión de su silla arzobispal.

La Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás le confirió el grado de Doctor en J uris- prudencia el mismo año 62, y siete años más tarde le vemos al docto Arzobispo de Manila asis·

tiendo al Concilio Vaticano en cuyas deliberacio- nes tomó parte muy activa.

Trece años vivió regentando la archidiócesis de Manila, y durante todos ellos, "fué su vida, según decía la revista El Oriente, de costumbres puras, de principios austeros, amante del retiro, del estudio y de la oración.' Su patriotismo,- continuaba dicha revista,-su adhesión a la San- ta Sede, su celo por la inmunidad y libertad de la Iglesia, hanse revelado en momentos críticos que están en la memoria de todos."

Uno de esos momentos fué cuando surgió el caso de Alcalá Zamora. Al saber el Arzobispo que el desgraciado clérigo no había obtenido las Bulas de Roma, se negó no solamente a darle la posesión canónica, pero ni siquiera a comunicar con él. El general Alaminos extremó su favo-

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ritismo hasta el punto de conminar con serias amenazas al Arzobispo, teniendo ya a la firma la deportación del venerable prelado; pero éste se mantuvo inflexible y contestó con entereza verdaderamente apostólica, que se hallaba dis- Puesto a arrostrarlo todo, a trueque de cumplir con sus deberes, sobre todo en asunto de tan gra- ve trascendencia.

Y los días Cor·rian y Alcalá Zamora continua- ba en Manila haciendo un pa.pel desairadisimo.

Fuera del elemento oficial, pocos se trataban con él, y desde luego, el elemento eclesiástico S!. le ha- bía vUielto por completo de espaldas. En esas cir- cunstancias, se l~ ocurrió al desgrac;iado sacer- dote anuncia1· su viaje a Cebú, para tomar po- sesión de aquella sede, vacante por fallecimien- to del ilustre dominico Don Fr. Romualdo Gi- meno.

Pero también en Cebú se encontró con otro pe·

cho, diamantino, el del R. P. Fr. Lorenzo Mayor, de la Virgen del Río Manzano, Recoleto, quien después de ocupar varios puestos eminentes en su Orden, había sido nombndo por el Arzobispo de Manila, como Gobernador eclesiástico que era de¡

Cebú, Provisor y Vicario General de la referida diócesis.

En nadie mejor que en el P. Lorenzo pudo haber recaído esa designación en aquellos críti- . cos instantes. En cuanto se corrió el rumor de

que el clérigo apóstata pensaba ir a posesionar- se de la diócesis, el P. Mayor reunió en el Palacio Episcopal de Cebú a los nobbles de la ciudad y principalmente al elemento eclesiástico, ·y le!!

enardeció con sus frases de fuego, conveneiéndo- les del deber que tenían de oponerse por todos los medios a que el intrUso tomase posesión de aque- lla sede. Y no contento con esto, dirigió circu- lares que aún se conservan, henchidas del más puro espíritu de celo religioso, excitando a todos los curas párrocos de la diócesis a secundar las nobilisimas miras que animaban al Provisor y Vicario General.

¿A dónde hubieran llegado las cosas si Alcalá Zamora se hubieS!I! empeñado en ir a Cebú? No lo sabemos. Impensadamente, la Providencia vino a detener los i>tlsos del intruso, muriendo éste de una fiebre infecciosa, acaecida según Unos en la casa que en la calle de Legaspi ocupó más tarde la familia Vivencio del Rosario, y se- gún otros, en la fonda de La la A ry, donde se- gún dicen, se hospedaba.

J.icm·azo de f1·ailel dijeron en"t.9nces los maldi- cientes. Como lo repitieron después, cuando tam- bién la Providencia atajó los pasos de otro após- tata, el ex dominico Manrique, que venía a pro- pagar las doctrinas del protestantismo en Fili- pinas.

Ya se sabe. Los frailes, aquí como en Espa- ña, han sido siempre la cabeza de turco sobre la

cual han descargado sus iras y sus prevenciones los desaprensivos, los maldfrientes de· todos los tiempos. Aquí se les achacó la muerte de dos co- rifeos de la. impiedad; en Madrid, se les quizo hacer causantes del cólera morbo que se cebó en aquella capital, acusándoles de haber envene- nado las fuentes públicas.

¿Murió reconciliado con la Iglesia don Luis Alcalá Zamora? No lo sabemos. Pero algo de- bió haber, alguna señal de arrepentimie~to de- lb·ió dar antes de su muerte, cuando la autoridad eclesiástica permitió que el cadáver fues:e ente- rrado en la capilla del Cementerio de Paco, y precisamente en el Panteón de Obispos, donde hasta ahora permanecen !llUS cenizas bajo la lá- pida sepulcral que señala el 12 de mayo de 1873 como fecha de su fallecimiento.

Y ahora, vamos a acreditar el título de este artículo. •Dícese que Alcalá ZamOTa, vestido con hábitos prelaticios, con moradas vestiduras y con pectoral y anillo flamantes, gusbba pa- searse por las calles de Manila, siendo objeto de los saludos de ordenanza, con que los soldados le honraban a su paso por delante de cuarteles y retenes.

Pero fué el caso que en cierta ocaslón, al en- trar por Ja Puerta Real, no obstante ir en coehe descubierto y no obstante lo llamativo de su tra- je, el centinela que montaba guardia no le hizo los honores que el Gobernador y Capitán Gene- ral había mandado que se le tributasen.

No necesitó más Alcalá Zamora para irle con el cuento a su padrino y gran va1edor, el Ge- neral Alaminos; y éste, que .se hab!a empeñado en dar la cara por su protegido, llamó al coro- nel del Regimiento a que pertenecía el retén que daba guardia aquel día en la Puerta Real. Y el coronel trasmitió la filípica al coma'ndante, y el comandante al capitán, y el capitán al te- niente, y el teniente al alférez, y el alférez al sargento, hasta que por fin, reprendido el sol- dado, que por cierto era andaluz, que en aquel momento prestaba guardia en la Pllerta Real, por no haber hecho los saludos al falso "Prín- cipe de la Iglesia", el soldado se disculpó en esta forma, contestando al cabo que le acriminaba:

¿Qué pu ... ñales tenía ·YO que presentar ar- mas a ese cura, si no es más que un Obispo eevil?

GRACIÁN DE VARGAS.

1..,., BOMBILl ll':i [ l lCTAIUó

.;;.,TUNGSRAM

ELM,\C INC C20 OIZAi. MANIL4..

P.O AOX.Ci25 -~>- TEL. 23532

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