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1- ~, :~ ~I E~:~~E~::EDIA TO DE LA ¡ Flladelfo

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LAWLESS COUNTRY Paulino.

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¿NO LO SABIAIS? Q. Q, Rucho.

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LOS DOS CONOCIMIENTOS Julián.

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Esta Revista se publica lodos los !);[\ ' :,' 1

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1 sábados por Alejandro de Aboiti::. ' ';, 1 .¡¡

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Registrada en la Admini¡;lración de Correos de

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Manila como correspon,dencia de sequnda clase.

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\'.', & Todos los trabajos qur publica ESTUDIO son ori- '\:V "'

[~ : ~ ginales y exclusivos. Queda terminántemente . ¡\\ : ~

,_ prohibida su reproducción 1 i>t

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PRECIOS [)E Sl!SCR!POióN:

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t l/n ano f> 6.00 ~

[;: : l/11 semestre 3 .5 O 1 ;

11 l/11 trimestre.. 2.00 1 ¡¡;

Número suelto. 0.1.5 1 ~

l }/úmero otrosodo 0.40 1 ~

l EXTRANJERO, C11 año.. S 6.00 1 ~

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1 Redacción 11 Admi11istrnción: Roxas Bld,q . .. \\> 212. 1 '.!!

1 Col/e David, esq. Escoltfl-1'el. 572.-.!Jpartado/646.-Jlanila. l ~

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ST. JOSEPH'S ACADEMY

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SARIAYA, TA.YABAS.

COLEGIO PARA NIXAS INTERNA8 Y EXTERNAS (Se admiten niiios como internos o e.rlernos hasta la edad de nueve wios)

11'R.TGIDO POI~ LAS

MISIONERAS FRANCISCANAS DE MARIA Reconocido ¡ior el (/oMrnw de las I~las Fih}Ji11r1s, para

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Entered as second class matter at the Post-OfJice at Manila

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A DMINIS'l'RADOR:-llirente !\galÍ P. O. BOX 1646

Vol. 111. Manila, 29 de Junio de 1924. Num.7&

Lawless Country

la enfermedad respetara al hombre de talento. única- mente los tontos 'estarían condenados a morir, lo cual, yá, que hiciese de este ape- rreado mundo la Jauja más ideal, se daría de puñadas con la conocida sentencia del Rey Sabio donde se da por infinito el número de los necios sublunares, y echaría por tie- rra la pena impuesta a nuestros primeros padres y en ellos a toda la humanidad, cuando osaron aquéllos quebrantar la pro- hibición promulgada por el Criador de sa- borear el fruto de uno de los apetitosos ár- boles del Paraíso terrenal.

"Justino" está ºenfermo. Expresión tri- vial al parecer, constituye para nosotros una calamidad, yá que queda ESTUDIO tempo·

ralmente privado de una de sus columnas más consistentes y talladas con más primor.

Siempre tiene Dios para con el hombre Ja cuesta y las piedras, y si por ventura nos co:1- siente el entretenimiento de fabricar casti- llos de naipes, a nadie cedió nunca el de- recho de soplar sobre ellos en el momento oportuno y echarlos a rodar. Y traza es de la polític~ divina regalar almas privilegia- das como la de "Justino" con mayor ración

Nada puede la ciencia en el plantea- miento de las ecuaciones donde descansa el problema de la felicidad, y según advierte muy al caso un simpático apologista francés, mil veces daríamos en el curso accidentado de nuestra existencia todos nuestros conoci- mientros a trueco de una sola gota de con- suelo, dándonos todavía por muy dichosos de poderle a tan elevado precio mercar. La inteligencia puede gobernarse por los postu- lados científicos, mas se requiere otro gé- nero de disciplina para regular los impulsos del corazón.

Ahí radica precisamente una de las quiebras de la enseñanza sin Dios, de esas

"godless schools" cuya importación a esta Perla del mar de Oriente, donde por fortuna disfrutábamos del raro privilegio de cobi- jarnos al amparo de una religión común en- tusiasma a ciertos escritores metropolitanos hasta arrancarles gorgoritos patrioteros fuera de oentagrama, como si fuese motivo legítimo de engreimiento para ningún naci- do transportar a regiones acariciadas por las auras de la paz la semilla maldita de la disensión.

El mismo pendolista americano a quien aludimos en nuestro último artículo, en el cual hablamos en romance sobre el califica-

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Junio ESTUDIO 29, 1924

establecidas en Filipinas al talle de los cen- tros oficiales estadunidenses de instrucción, sienta en el escrito de marras proposiciones tan insostenibles como ésta: "The idea that morality can not be taught without being entwined with dogmas is groundless" (ca- rece de fundamento la idea de no poderse in- culcar sino embutido en dogmas el concepto de la moralidad).

Debo hacer notar a mis benévolos lec- tores la pasmosa facilidad de este plumista para quitar de cuajo toda suerte de cimen- tación a cuantas tesis no tienen cabida en su ideario personal. Recordarán el aplomo con que negaba, según lo pusimos de mani- fiesto en el número pasado, todo asiento a la opinión de quienes se figuran estar Dios desterrado de las aulas gubernamentales, mote.iándola de "groundless", y ahora alza en vilo toda base posible de ese otro parecer al declararlo desde lo alto de su cátedra

"groundless" como· la anterior.

Pero esta vez aun tenemos que agrade- cerle haber descendido al terreno de la de-

mostr~ción, no contentándose con el mero enunciado, pues a renglón seguido de la cita arriba apuntada, trata de corroborar de esta guisa su atrevida a.firmación : "The sta- tistics of the state of New York show that a large majority of the inmates of the peni- tentiaries are nominally religious" (la ma-. yoría de los encarcelados son nominalmente relig-iosos, según las estadísticas del Estado de Nueva York).

Ante todo, llamamos la atención sobre ese adverbio "nominalmente", porque si he- mos de tener en cuenta el sentir de Quatre.fa- ges, el cual definía al hombre como "animal religioso", manifiesta cosa es haber de ser

"nominalmente" afiliados a alguna religión, no yá la casi totalidad de los presidiarios neoyorkinos. sino aun el noventa y nueve por ciento de los electrocutados en toda la superficie de la Gran República Norteame- ricana. a menos de caer sus habitantes fuera del radio de alcance de la definición del in- signe antropólogo francés.

Mas semejante suerte de argumenta- ción es esencialmente sofística, puf's cuando el escritor se propusiere llevar al ánimo del leyente el convencimiento de la relación que existe entre la religión y la criminalidad.

hasta el punto de contribuir la primera al desarrollo progresivo de la segunda. exige la caballerosidad y nobleza del plumista to- mar como sumandos únicamente aouellos re- cluídos que cumplían de ordinario con las prácticas religfosas de su congregación, dan- do de mano a todos los demás.

Y aun como el polemista se preciare de

escoger los datos a moco de candil, sabría ha- cer distinción a buen recaudo entre quienes llevados de la rutina acostumbraban asistir a tales o cuales ejercicios del culto, muchos de los cuales pudieran ser catalogados en el.

plúteo correspondiente a los que el publicis- ta americano clasifica con el nombre de "re- ligiosos nominales", y aquellos otros cuya psicología se había compenetrado con el es- píritu de esas manifestaciones externas, prestando fe sincera a los dogmas y viendo de amoldar su conducta a los preceptos de la moral.

Pero demos de barato la religiosidad

"nominal" de los penados del Estado Neo- yorkino, a donde no había necesidad de re- currir cuando con llamar a la oficina de re- gistro de la prisión de Bilibid hubiera obte- nido cifras más halagüeñas aún, pues te- nemos la firmísima convicción de contarse todos los confinados en el lujoso hotel de la calle Azcárraga entre los "nominalmente"

afiliados a alguna agrupación religiesa, y hasta se nos antoja haber de formar los Ca- tólicos considerable superioridad. Lo cual ni prueba nada ni maravilla a ninguno, por- aue lo sorprendente sería una plurali- dad de estadunidenses o mormones o man- chúes o budistas en las celdillas de nuestro Penal.

Buena prueba de la importancia de la religión en el perfeccionamiento individual y oor ende en la mejora de la sociedad ha sido la Conferencia oública habida a me- diados de febrero último en la misma ciu~

dad de Nueva York, a la cual asistieron más de tres mil orofesores y hombres dP- letras de distintas filiaciones, amalirarnados todos ellos con el convencimiento de figurar entre las más grandes necesidad de la época actual la educación religiosa de la niñez.

Ante aquella resoetable asamblea se per- mitió pronunciar el Hon. Juez Tallev estos imponentes anatemas: "Los Estados Unidos tienen muy bien merecida la renutación que J!OZan de ser el país más "sin ley" dP- todo el mundo <the most lawless country in the world). Ni la instrucción ni la influencia del ho!!'ar ha conseguido sofrenar la ola de l:i. criminalidad ( t.he ti de of rriminality).

Si ~mbas fuprzas han fracasado en su em- peño. no oueda. sino una canaz d~ alcanzarlo v ESA FUERZA ES LA RELIGTON (there is only one force that can, and that force is religion) ".

De donde se silme no estar aquellos prominentes metropolitanos, entre los cuales se contaba el Magistrado de la Corte Supre- ma. Ron. Thomas C. Crain, miembro de la secta Episcopal, consonante con el parecer

V.ol. 111 - 2 - Núm. 78

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de. su paisano de estas latitudes, el cual no solamente concibe la posibilidad de una mo- ral sin el arrimo de los dogmas, sino que se permite el desahogo muy democrático y muy liberal de baldonar con el remoquete de

"groundless" el sentir de los demás, aun cuando lo abonan los resultados de larga ex- periencia, tan desastrosos en esa Gran Re- pública "sin ley".

Por muy recios que fueren lo.s toques de carbón amontonados sobre el lienzo donde se represente el estado social de los tiempos teocráticos, llamados por ignorancia de la historia "tiempos de oscurantismo medioe val", como lo demuestra satisfactoriamente otro ilustre norteamericano, James J. Walsh, en su monumental obra "The Thirteenth Greatest of Centuries'', siempre resultará mil veces más tenebroso el cuadro de cual- quiera de las naciones en pleno disfrute del progreso de este siglo, si da en gobernarse

CAVANNA, ABOITIZ

&

AGAN

ABOGADOS

Roxas Bldg. N.o 212 Tel. 672

por los apotegmas disolventes de una demo- cracia sin Dios.

La única esperanza de salvación de los Estados Unidos de la América del Norte arranca de las conquistas ponderosas en nú- mero y calidad que va haciendo entre sus ciudadanos el Catolicismo, el cual ha llega- do a colocarse a la cabeza de las entidades re- ligiosas derramadas de Georgia a Oregón.

~.¡ por los inapeables designios de la Provin- cia se viera algún día nuestra Metrópoli ac- tual privada de esa arca de refugio en el arcabuco de doctrinas que amenazan su por- venir nacional, bien podría grabar estos ver- ses de Carducci en la frente de la estatua d3 la libertad :

Finiam d'empire il sacco; Poi venga anche il diluvio; Sara quel che sara.

PAULINO .

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Dr. Miguel de la Concepcion

DENTISTA

25 T. Pinpin Tel. 3532

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Sección Administrativa

Rogamos a nuestros suscritores que no reclamen en lo sucesivo número alguno de ESTUDIO hasta que hayan recibido el número inmediato o hubiere transcurrido el tiempo necesario para llegar la correspondencia desde esta capital. Tengan siempre en- tendido que no tenemos obligación de hacernos responsables de las contingencias de los correos.

A. B. C.-San Fabián, Pangasinán-No se pudo publicar el artículo de V. por- que tenemos por hábito en ESTUDIO no reproducir escritos que hayan aparecido en otras publicaciones, y el trabajito de V. le habíamos leído aquellos mismos días en un diario local. Quedamos no obstante enterados de la baja consiguiente, aun cuando, como V. ve no hubo motivo por parte de esta Redención.

G: E. S.-Samal. Sentimos no poder servir a V. los números de ESTUDIO que so- licita por no venir acompañada la petición del pago correspondiente a número atrasa- do, según tarifa que consta en el interior d ~la pasta de nuestra revista. Si V. persiste en obtener dichos números, tenga la bondad de escribirnos una carta con el debido acompañante, aun cuando nos parte el alma tener que ponerle a V. en el duro trance de gastar sello, tinta y papel. En ese caso será V. inmediatamente servido.

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Junio ESTUDIO 29, 1924

L~~A_L_M~A-R~G_E_N_D_E_L~A~V-ID_A~~~I

CANTANDO EL CAMINO.

héme hoy aquí, metido de lleno en mi ~ogar, en mis cosas y en mi ambiente, después de unos días de tranquilo vagar por otras playas y otras riberas. Todo aquello pasó ya, se desvaneció como un suefio, desapareció como desaparece la impresión de una sacudid.:i fuerte y momentánea, al desaparecer en el horizonte la línea de aquellas playas hospit:i- larias y divisar en lontananza la de estas otras, más queridas tal V€Z porque más sentidas.

Y aquí estoy, esfumada ya la intensa emo- ción que me causó la llegada a mi pequeño mun- do, peregrinando otra vez placidamente al marg:m de la vida, viendo deslizarse los días, "hoy como ayer, mañana como hoy ... y siempre igual", pero camino siempre de un ansia, de un ideal, de una ilusión irrealizada que nun.'=aba de llegar, mas que espera siempre el joven y optimista corazón.

¡Pobre corazón el nuestro cuando ya no sien- ta deseos de encontrarte!. . . Luz, ensueño, qui-

mera. . . que así es el humano vivir: la pasión

mejor, porque es la que no gozamos: el símbolo más alto, porque jamás podremos tenerlo en nuestras manos.

Aun sin embargo conservo, y quizás conse1•ve para siempre, un grato recuerdo de aquel plácid.o vagar durante unos días; pues tiene tambien el humano corazón un sentimiento de gratitud y co- rrespondencia hacia lo que tendió un manto com- pasivo, siquier fuera pasajero, sobre las tristes realidades del cotidiano vivir.

Amigos queridos que me hicisteis alegres las horas que entre vosotros pasé; pasajes grandio- sos, riberas encantadoras, cielo azul. rumorosas playas que revelasteis a mi soñadora fantasía una belleza más : cosas pasadas sois ya en el hervoroso torrente de la vida, pero aun viviréis mucho tiem- po en mi alma agradecida que ha gozado de la paz, de la quietud y del .olvido que pródigas b brindastéis cuando más lo necesitaba, y al añora- ros en las horas de soledad sabrá cantaros y ben- deciros cuanto pueda, ya que no cuanto mere~éis.

Heme hoy aquí, sí. Como el poeta, Cuán otros mis cantares,

Cuán otro mi pensar, mi porvenir.

Y a no hay espectáculos de lo sublimemente grande, de lo selvático, de la belleza y poesía de la madre natura en todo el esplendor y magnificen- cia de sus fuerzas y energías: ni gigantescas cum- bres, ni profundos valles, ni nemorosos bosques.

ni cuevas encantadas de ríos y acantilados, ni nada de lo que por unos días sacudió mi alma con las sacudidas de lo desconocido y grandioso.

Ahora. la ciudad ... la ciudad, con la inquie- tud ansiosa de un eterno acecho, en la que todos parecemos piezas de caza y a la vez cazadores.- como decía no ña mucho un mi amigo; pero h ciudad al fin en la que, forzados a vivir en ella, encontramos tambien ricos veneros de belleza y poesía, y en la que peregrinamos con la sonrisa en los labios y la ilusión en el corazón, para aliviar siquiera la ornada de otros caminantes, que me- nos afortunados tal vez que los demás, van regando

el camino con lágrimas y sudores. Que es muy humano esparcir con desinterés en torno nuestró el bálsamo del consuelo, sembrar un poco. de ale- aría, hacer un tanto dichosos a los que nos rodean.

La ciudad, sí; que si es ruido incesante, prisa, tu- multo, voracidad, enloquecimiento, algo que fa- tiga, que cansa, que produce horribles torcedores, es tambien manifestación exhuberante de la vida, estímulo de la humana inteligencia, pábulo de la fantasía creadora, fuente inagotable de profun- das y muy humanas observaciones, raudal de la fuerza, de la gracia y la belleza, algo en fín como ese perpetuo tender de todas las cosas, aun a des- oecho de la soberbia humana, hacia Dios princi- i1io y fín de todas ellas.

La ciudad, sí; y en ella estoy, como tantos otros, como un átomo perdido en el espacio, pero moviéndome, siquier sea cual menuda pieza, den-

h10 de la máquina colosal de maravillosa estruc- tura que es su vida.

Llegué a ella en una luminosa mañana, en la que el sol derramaba a torrentes alegría y opti- mismo. Parecía el mar inmenso y límpido espejo, que ufano reflejaba la diafanidad de nuestro cielo oriental tan bello y tan azul. Horas antes estaba yo sobre la cubierta del barco y en la barandilla de proa contemplando embelesado la regalada be- lleza de aquel amanecer tan hermoso en la in- mensidad del mar y con la mirada fija en la lejana costa, sobre la cual se destacaba, envuelta entre sutil neblina que blanco velo de gasas semejaba, la oriental sultana. Cuando el sol, risueño y cari- ñoso, celoso de su belleza, la despojó con sus ra- y.os del blanco velo, apareció a mis ojos clara y dis- tinta y no pude menos de saludarla emocionado, cual si largo tiempo hubiera pasado desde que le dí mi adios.

Aquí la paz, la calma, la quietud serena,-me decía a mí mismo :-allí el ruido, la vorágine, la perpetua inquietud: pero allí también la belleza

·de la lucha, la vida del espíritu, del corazón ar- tista y soñador, lo que nos hace caminar cantando entre las espinas y abrojos del camino.

Y cuando al fín pisé la tierra de sus riberas y camino ya del hoga.r iba adentrándoseme en el corazón cuanto ante mí pasaba, pensaba yo en mis adentros. Bello, muy bello respirar el aire puro y libre de las cumbres, y correr por el bosque o en- tre los picachos de las alturas y beber de bruces el agua fresca y limpia del regato .... Bello, muy be- llo embriagarse ante la poesía del sol que nace o del sol que se pone, ante el aspecto fantástico de un risco, de la hermosa figura de un árbol, de un celaje ...

Pero bello tambien, muy bello, el espectáculo de la batalla en el mundo de las ideas y sentimien- tos, tan sugestivo para los que han hambre y sed de emociones espirituales, ese flujo y reflujo de la sociedad en ansia siempre insaciable de horizon- tes sin límites ni riberas... Bello, muy bello so- bre todo el alegrar con canciones la jornada de otros caminantes, también como nosotros már- tires de un ideal perfecto, sedientos de ilusión, hambrientos de belleza ...

EL PEREGRINO.

Vol. III - 4.- Núm. 78

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1 e-.~ ¿No lo sabíais? :Q:J_,,:: 1

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¡Paz a los que duermen en la tumba! Si el manto protector de nuestra compasión le cubrió desde el momento en que supimos haber sido pues- to el preso en capilla, y pugnaba el corazón por sa · lirse del pecho y oponerse al paso de los ejecutotres del fallo fatal, hoy pesa sobre todos los elementos de la comunidad la caritativa gabela de otorgarle un espacio en nuestras oraciones co-tidianas por las deudas penales que haya podido transportar a la eternidad.

A los Católicos nos cabe el consuelo de sa- ber que no quiso confiar los secretos de su con- ciencia sino a un Sacerdote de nuestra Religión, negándose a escuchar las proposiciones de un pari- pari aglipayano, el cual acudió a la celdilla del re- cluído a ofrecerle los auxilios de su ministerio fal- samente sacerdotal. Confesó con el Capellán Ca- tólico de la prisión, oyó devotamente la Misa por él celebrada, recibió de sus mano.s el Cuerpo del mismo que dentro de algunas horas le habría de juzgar y con todos los signos de un arrepenti- miento sincero salió de esta vida para aquella otra que no ha de tener fin.

Cuantos se vieron en la penosa obligación de presenciar el abatimiento del reo yá en capilla acudieron a nuestra primera Autoridad en de- manda de clemencia., y el Gobernador General hizo cuanto estu·vo de su parte para descubrir una solución fav<>rable al condenado, mandando revi- sar definitivamente la causa a una comisión es- pecial por si podían hallar algún pretexto razona- ble para el indulto y hasta apeló en última ins- tancia, según testimonio de la prensa, a las decla- raciones del Religioso que había escuchado su úl- tima confesión.

Arranque de nobleza y bondad que honra al General Wood, soldado curtido en los campos de batalla y conservando a través de la rudeza ínhe-

1 ente a la vida de cuartel un corazón compasivo y leal. Decisión vigorosa que revela en el Señor de Malacañán absoluta confianza en el testimonio de los Miníst1'os del Altar, cuya sola palabra podía echar por tierra el dictamen de los legisperitos como se decidiese a hablar.

Pero esto equivalía a pedir cotufas en el gol- f o. Al Sacerdote le estaba vedado hablar. Daría su propia existencia a cambio de la del infeliz pe- nitente, mas ni aun pensar siquiera en levantar el velo sacramental que ocultaba sus flaquezas hu- manas, eso jamás. Podrán pedírselo pecho por tierra y con lágrimas en los ojos los parientes del reo, podrán exigirle con amenazas el corrimiento del telón sagrado, mas nunca alcanzarán a abrir la boca de aquella sepultura sellada por la mano misma de Dios.

El sigilo de la confesión Católica es el más imponente y maravilloso que se puede imaginar.

El Confesor adquiere un compromiso tácito de dejarse atrancar la vida antes que las confidencias de quien se arrodilló a su.s pies en calidad de pe- cador, y suponer que hubiese de aclarar el mis- terio donde se halla envuelto el crimen atribuído al pobre Juan Bucog porque el convicto criminal acababa de confesarse con él, era desconocer de todo en todo el alcance prohibitivo de la ley ecle- siástica, la cual no reconoce ninguna suerte de excepción.

Es yá considerable el acervo de casos en que los interesados en el descubrimiento de algún su- ceso imposible de desenredar han acudido al con- fesor de tal o cual individuo sobre quien recaían sospechas más o menos fundadas de culpabilidad, pero siempre dieron con ese mutismo inquebran- table, sin que pueda aducirse en contrario un sólo hecho en la larga historia de veinte centurias des- de el establecimiento del sacramento de la confe- sión.

Es in4udablemente una de las glorias más le- gítimas del Catolicismo, el cual ha sabido conser- var intacta esa divina institución a través de los altibajos de su accidentada marcha y por más de mil novecientos años, mientras las infinitas ramificaciones de la Protesta van disgregándose por falta de la necesaria cohesión doctrinal, cuyo mantenimiento impoLuto requiere indispensable-

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Junio ESTUDIO

mente el apoyo nunca interrumpido de un infa- lible a•¡,toridad.

Cuando todo falla en nuestras relaciones so- ciales, cuando hasta las amistades mejor templa- das se· quiebran al chocar contra los guijarros de la adversidad, consuela hondamente saber que hay un hombre labrado de frágil barro a quien pn- demw confiar nuestras debilidades y nuestros crí- menes para descargo de la conciencia, en la .~e­

guridad de haberlos arrojado a la sima del silen- cio en cuyo fondo no producirán ni aun siquiera el eco de la caída, como no dejarán recuerdo al- guno de su paso en la memoria del representante de Dios.

El Sacerdote Católico pudo aquietar lo~ re- mordimientos que por ventura acibararan los pos- treros momentos de la vida de Juan Bucog. El Sacerdote Católico pudo borrar las culpas que el reo arrepentido le confesara pronunciando. sobre él la fórmula de la absolución sacramental. El Sacerdote Católico pudo hacer sonreír triste pero resignadamente a Juan Bucog cuando se sentaba en la silla eléctrica para ser trasladado a la eter- nidad.

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Pero el Sacerdote Católico no pudo impedir que doblara a agonía la campana de la prisión;

cuando para obtenerlo se le puso como condición declarar el estado espiritual de Juan Bucog, por- que al Sacerdote Católico. antes que manifestar los secretos oídos en el confesonario se le impone el deber de morir. ¿No lo sabíais?

¿Tan pronto han olvidado los gacetilleros de la prensa diaria las emocionantes escenas de la pe- lícula "Secreto de Confesión" desarrollada hace algún tiempo en los cines de Manila con acepta- ción general? Para nosotros no encierra el caso ninguna novedad. Mañana u otro día, cuando vea- mos al Sacerdote Católico calumniosamente acu- sado subir con serenidad sobrehumana la esoa- lera del cadalso, sabiendo la verdad por "secreto de confesión", tampoco nos habrá de sorprender.

Sabemos que llevarse consigo el misterio a la se- pultura. es en él obligación.

Y los que tanto interés habéis demostrado por el indulto de Juan Bucog, ¿no lo sabíais?

Q. Q. RUCHO.

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Vol. lll - 6 - Núm. 78

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El fin inmediato de la sociedad 1

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

A sabemos, lector, lo que es la s<1d.1!dad. do al conocimiento, cuanto más completo mejor, de esas Al menos en lo que estaba de mi parte cuatro causas.

procuré hacer, dentro de los lím,ites siempre reducidos de una página de revista, ,el rnejor compendio q?1e me fué posible de las múltiples y difíciles ideas encen·adas en la palabra sociedad. He procurado darte un concepto acabado y el mas completo posible de su nolu·

raleza y de sus clases. Si acaso no h,e log>·ado mi propósito, culpa a mi cortedad de ingenio y a la d·ificultad misma de compendia1· en poca.s líneas lo que acaso solo en nrnchas páginas debiera ser ti·atado.

Antes de entrar de lleno .en el estudio detallado de los orígenes de la sociedad, lo que propiamente constituye el núcl.eo de nuestro estudio, he creido conveniente y hasta necesario ~r algunas ideas, aunque solo sean someras 11 ligerülas, sobre los fines sociales. La sociedad, como todo ser debe ~ener un fin, o por mejor decir, debe tenel' dos fines; immediato el uno y mediato el otro.

No es posible conocer a la pzrfección la naturaleza de un se1· sin que se conozcan todas y cada una de sus cau·

sas, dice con fr,ecuencia el Doctor Angélico santo Tomás.

No basta saber la c=sa material y la causa formal; ni siquiera es suficiente el añadir a ese -ccmocimicnto el de la causa eficiente. Es necesario que además conozcamos la causa final. Un instrum.ento cualquie'ra, una occdrina, pongo por caso o un -violín, sabemos_ que están hechos de barro o de madera, en lo cual convienen c&n otra multi·

titud de insfrumentos musicales. Este conocimiento de la causa materia.l es imperfectísim.o y con él no iríamos a ninguna part,e, p1tzs lo mismo podría ser el tal instrumento una ·ocarina que un "botijo" pues ambos están hechos de barro. Es preciso que conozcamos la causa formal, o sea, aquello en que se distingue la ocarina de todos los otros utensilios y cacharros que se hacen con el barro o la arga · masa. Nuestro conocim1:ento de la ocarina seria imperfec·

tisimo si no conociéramos mas que el material de que está hecha y la forma que la distingue de los otros cacharros.

Dando un paso ulteriol· en nuestros conociniientos averi·

yliamos quien la ha hecho, lo que s.e llama en filosofúi la causa eficiente. Pero con este nuevo conocimiento adelan.

taríamos poco en nuestra intelección y saldríamos de po·

cos apuros. Un pasito más y llegamos a invzstigar y a sab,er para qué s-irve una ocarina y averigua·mos que es un insh-umento musical, con el que se pueden dar concier- tos y llegar hasta el alma, adormeciéndola con la variedad y riqueza de matic~s musicales que de aquel •'barro mo·

delado" y ll.eno de agujeros puede sacar la mano experta de un ºvirtuoso".

Pues, para conocer en toda su plenitud y totalidad lo que es la sociedad humana es necesario que hayamos llega-

Po,. hoy vamos a entendfrnoslas con la final. Toda nuestra· labo1· se reducfrá a contestar lisa y llanamente a

Ct;ta cuestión. ¿Para qué viven los hombres en sociedad?

¿Qué fin per8iguen al unirse en familias, en tribus, en pueblos, en provincias, en nacionalidades?

Para aquellos de nuestros lectores poco o nada versa- dos en los conocimientos de filosofía será bu.eno advertir que entre otras casi innúme1·as divisiones del fin encontramos la s-igui.~nte, que J>Ol' ser la '>nás importante de todas vamos a explicar brevísi-mamente. Distinguese el fin en immedia·

to o mediato, que también lla-inamos fin intermedio " fin último.

Entendemos por fin "aquello po1· lo cual se hace una cosa". El fin s,e identifica con el bien, pues ningun ser en sus operaciones puede buscar más que su bien, real o apar rente. Sin fin no se dan opc»aciones, pues nadie se mueve como no sea pm·a conseguir algo. El ºni subo ni, bajo"

d,-, Quevedo sería la muerte de toda humana actividad.

Cuando quiera que el hombre se determina a poner una ac- ción, aun de aquellas que parecen más insignificantes, es porque consciente o inconscientem-ente quiere obtenel' al·

gún resultado positivo, que en últ-inw término viene a ser un bien, o algo que él conseptua como bien. El bien es la palanca que mueve a la op,eración todas nuestras activi·

dades. Sin esa palanca el mundo de nuestras potencias. permanecería siempre quieto y dejaríamos de existir en o rd~n a la operación.

Decimos que el fin puede ser o inmediato o mediato, con otros nombres, intermedio o final, y queremos dar la explicación de estas cuatro palab1·as, sin cuya recta com·

pl'ensión difícilm~nte podrá entenderse lo que vamos a decir luego sobre el fin de la sociedad humana.

Y tengan en cuenta los lectores ser esta cuesti-On del fin de la sociedad humana una de las más importantes y de las más debatidas en .el campo de la sociología contem-

¡¡oránea? Para aquellos que niegan el orden trascendente

y sobrenatural y aun para aquellos que sin nega,.lo sos- i'icnen que ese orden nada tiene que ver con el desenvolví·

·miento de la sociedad aca abajo, el fin último de la so- ciedad tienen que sel' y es algo muy distinto del fin que a esa soci,edad señala la filosofía católica.

·cuestiones baladies parecen estas, y sin embal·go son de una capitalísima importancia, según que haremos no·

tu>" en sucesivos artículos. Sin una inteligencia lo más

adecuada posible de estos p1·obiemas finalistas, es casi imposible entender una palabra de los problemas más tras- ceml;entales de la filosofía de la histo1~a. de la sociologúi, de las grandes luchas, tanto del orden doctrinal como prác- tico, qu.e hoy se están llevando acabo en casi todos los pue- tlos de Europa.

(10)

Junio ESTUDIO 29, 1924.

Ya los filósofos paganos habían comp,.endwo esta im- portancia de un recto conocimiento de los fines humanos, y pm· eso nos dejaron escrito: "Cuanto hagas, hazlo pru·

dentemente y mirando al fin". Ese mirar al fin es lo que que.-ía el p,.&f.eta que le concediem el Seño,. cuando de lo intimo de su corazón clamaba: '4Señor, dadme a co- nocer mi fin". El desenvolvimiento de la vida individual y de la vida de las sociedades d.epende de la recta c&m- prensión de su fin. Cuando haya un pueblo que ponga sus anhelos y que ciña sus ideales a la consecución de bienes 1/tateriales, haciendo de estos su fin último, allí tend~·emos muy pronto un pueblo sin delicadezas ni sentimientos. Po1·

el contrario, el pueblo o la raza que constituya por RU fin últi?no algo que se escapa y está fuera de las cosas mate-

ria~es, allí nos nacei·á muy pronto una raza de hombres de recia espiritualidad, de elevados sentimientos y de corazón esforzado. Porque las sociedades modernas se han olvidado de su verdade,.o fin último y han hecho del lrien,esta,. ma- terial y de las riquezas con que ese bien material . .:;c ob.

tiene la única y suprema felicidad suya, por eso nos en·

contramos fomo sofocados y ahogado por la materia y la carne, que se nos entra po'r los ojos y por todos los sen·

fidos borrando del alma los sentimientos delicados y las itspiraciones elevadas.

Llamamos fin último al bien que es por mismo ape.

tecido y cuyo deseo no se ordena a la consecución de un fin ulterio,·. Y po1· fin immediato o intermedio entendemos

aquel bien que es tambien apetecwo por sí müimo, pero ordenándolo a la consecución de un fin ulterior.

Dadas estas explicaciones, cuyo conocimiento conccp·

tuamos necesario para el estudio q',u estamos haciendo pre·

guntamos: Cuál es el fin, tanto immediato, como último de la sociedad humana?

A ello respond.emos: "EL FIN INMEDIATO DE LA SOCIEDAD CIVIL ES EL PROCURAR LOS MEDIOS CON QUE LOS INDIVIDUOS QUE INTEGR.4N ESA SOCIEDAD PUEDAN CONSEGUIR MEJOR Y MAS FACILMENTE LA FELICIDAD IMPERFECTA DE lilS1'A VIDA.

Ello si se tmta del fin IMMEDIATO. Si del fin últi- mo, como c,·istianos y creyent.es que somos es fuerza con·

jesar que es: LA CONSECUCION DE LA FELICIDAD ETERNA.

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Vol. III - 8 -

(11)

~

HE Independent" sigue viviendo del ROBO. Así como suena. Sin atenuante al-

m:;:; guno.

Y no se alarmen ustedes d3 la energía del vocablo. Nos gusta dar a cada cosa ·su nombre.

¿Para qué están las palabras en el diccior,ia1·io sino pum utilizar/as llegado el caso?

No es el léxico una ana1uelería· de adorno, mas un catálogo de ;·eceta.~

prácticas.

Precisamente todo término que cae en desu;o es trasladado incontinente al depósito ·de vocas anticuadas.

Y el sustantivo "ROBO" está a la orden del día.

No hay sino ojear el semanario anticlerical y apenas habla m:ís que de ROBOS.

No hay sino analizar su contenido para convencerse que casi todo es fndo del ROBO.

El Alcalde de Manila lo está haciendo muy bien.

Esto lo aseguran hasta los concejales que se han encontrado cOn la criada respnndnna.

Pero por eso mismo nos sorprende que no m?ta mano a los "tijererns" de "Thc Jndependcnt".

A esa sociedad de LADRONES LITERARIOS en cuadrilla.

Porque malo es que los ciudadanos roben de las arcas de la coumnidad.

Pero todavía es peor que se apoderen de los fondos mentales de cualquier particular.

Y la razón es muy sencilla.

Al Estado nada le cuesta acuñar moneda, ni imprimir papel-idem.

Al individuo le cuesta Dios y ayuda trasegar ideas del cerebro. a las columnas de la p11blic11ciiín.

Señor Alcalde: ¡A esos! ¡A esos! ¿Qué má~ da un Diputado que un Concejal?

Y por si al bueno de don Miguel llegare a par cerle aceptable la ideci del asa!to, queremos dnr- le las últimas pruebas de nuestra acusación.

Aquí tenemos por norina inflexible de conducta no hablar a humo de pajas.

Cuando acaso alboro·tamos la vecindad es siempre con nuestra cuen-ta 11 mzrín.

Allá va el balance del pasado numero de "T e Jndependent", correspondiente al 21 de j1n1io.

El cual no habrá de admirar a ninguno de nuestros habituales lectores, advertidog dP- la tleptomanía del colega semanal.

Balance del SAQUEO de cuartillas Páginas 1 y 2-Pasta Página 5-ROBADA

·Página 6-'-ROBADA Página 7-ROBADA Página 8-ROBADA Página 9-ROBADA Página 10-ROBADA Página 13-ROBADA Página 14-ROBADA Página 15-ROBADA Página 16-ROBADA Página 17-ROBADA Página 18-ROBADA

llevado al cabo por "The Independent":

Página 19-ROBADA Página 20-ROBADA Página 21-ROBADA Página 22-ROBADA Página 23-ROBADA Página 24-ROBADA Página 25-ROBADA Página 26-ROBADA Página 32-ROBADA Página 33-ROBADA Págiiia 34-ROBADA Página 35 y 36 .... Pasta

Eso es horrible. Eso es indecoi·oso. Eso es pisotear la ética periodística.

Pero es la pura realidad. Todo lo hedionda y apestosa que se quiera ... Jifa.~. realidad.

Referensi

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J acob se del'iabrochó la cruzada americana ne- gra, extrajo de su bolsillo interior un talonario y una pluma, y ante el admira~ivo asombro de la concurrencia extendió un cheque a la