MEJORAR LA TELEVISIÓN
La televisión no es mala; es un buen instrumento de difusión de ideas, de diversión y entretenimiento, e incluso de educación. En el último decenio, un gran porcentaje de la población guatemalteca ha accedido a la televisión por cable, y con ello ha aumentado el poder y la influencia de la televisión en nuestro país. Afortunadamente, nos hemos ido alejando de un esquema puramente comercial e inescrupuloso, en el que los distribuidores de señal de televisión por cable incluían en su oferta canales abiertamente pornográficos con el fin de atraer suscriptores. Ahora tenemos una buena oferta de canales educativos, para todas las edades. Abundan los documentales sobre temas históricos, de ciencia y tecnología o de ciencias naturales. Desde luego, estos documentales no deberían sustituir la lectura, sino más bien convertirse en un incentivo para la misma, sobre todo si tenemos en cuenta que en algunos casos se falta a la verdad (sobre todo, en los históricos). Pero está claro que los niños de hoy aprenden muchas cosas a través de estos canales de documentales.
Pero no todo está bien en la televisión por cable. Aparte del fenómeno de los programas de caricaturas de carácter marcadamente obsceno o soez, sucede que en algunos canales se transmiten películas pornográficas desde las ocho de la noche. No han sido pocas las quejas a este respecto por parte de padres de familia preocupados por la salud moral y mental de sus hijos. Es posible que los distribuidores de la señal no se hayan percatado de esta situación; valdría la pena, por tanto, anotar las horas y los programas para adultos que se transmiten en horario familiar, para hacerle llegar el dato a los responsables o, en todo caso, a las autoridades. A este respecto, vale la pena recordar que la difusión de espectáculos obscenos es tipificada como un delito por nuestro Código Penal (Art. 196).
Si bien es cierto que no es mucho lo que desde aquí podemos hacer para influir en la calidad de los programas que se transmiten por los canales internacionales, no puede decirse lo mismo de la programación de los canales nacionales. Los programas producidos en nuestro país son muy pocos, y con frecuencia de no muy buena calidad. Algunos, incluso, son abiertamente contrarios a nuestros valores y denigrantes para las personas que participan en ellos, aun cuando hayan comenzado su andadura con el beneplácito de las autoridades civiles de nuestro país. Por lo demás, los canales locales llenan su programación mayormente con telenovelas que poco o nada aportan para la formación personal y ciudadana. Dos de los canales de mayor audiencia en nuestro país, por ejemplo, transmiten diariamente catorce telenovelas (seis uno, y ocho el otro).
Creemos que ya es hora de que los televidentes asumamos un papel más activo en la configuración de la televisión. Mediante estímulos positivos, o manifestando nuestra desaprobación cuando sea el caso, podemos influir en la calidad de la televisión. El beneficio económico de los empresarios y productores puede armonizarse perfectamente con el beneficio de la audiencia. No estamos hablando de censura o de una televisión aburrida. Estamos hablando de una televisión más original y creativa, de mejor calidad en todos sus aspectos; también en el moral.