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Bajo lelang ulang la lupa

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Bajo la lupa

… Una sociedad sólo se mueve si los actores que la componen se sienten socios de las decisiones tomadas. El siglo XXI será el tiempo en que la sociedad se moverá desde abajo, porque cada quien quiere tener su parte de responsabilidad en la comunidad; por ello hay que darles esperanzas y razones. Si van a participar, más vale que lo hagan de la mejor manera posible.

Ikram Antaki

Laura Castro Golarte *

Periodismo cívico

Desde hace algunos años el ejercicio periodístico y el papel de los medios de

comunicación en nuestra sociedad estamos bajo la lupa y en la mesa permanente de las

discusiones. Medios y periodistas hemos sido, somos y seremos cuestionados por

actores políticos y diversos sectores de la sociedad, y también por nosotros mismos.

Seguramente todos recuerdan el espectáculo del año pasado cuando se discutía la

reforma constitucional en materia electoral y, antes, la Ley Televisa; o bien, los

llamados o exhortaciones –muy tibios, por cierto— de algunos presidentes de la

República para que los medios, sobre todo Televisa y Tv Azteca, revisen sus contenidos

y cambien sus respectivas programaciones porque consideran que algunas emisiones

atentan contra los valores familiares… sin éxito. Y ahí está el caso de las estúpidas,

quiero decir, las tontas que no van al cielo1.

O las inútiles solicitudes o delicadas sugerencias del IFE para que los medios no dieran

cabida a la guerra sucia sino a las plataformas electorales, a las propuestas.

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Hay, en cambio, esfuerzos vigentes, autocríticos, como el de la Fundación Prensa y

Democracia que convoca a periodistas de todo el país para construir la “Propuesta de

Indicadores para un Periodismo de Calidad en México”.

Y cada vez son más las iniciativas de los mismos profesionales de los medios, a través

de diversas organizaciones gremiales, que buscan la profesionalización de reporteros,

editores, jefes de información y de redacción, fotógrafos, camarógrafos, conductores y

comunicadores en general.

Sí, los periodistas y los medios estamos bajo la lupa y varios ojos miran a través de ella:

gobierno, sociedad, organismos no gubernamentales, periodistas… delincuentes.

Resultado de esto, en gran medida, fue el surgimiento, hace unos 10 años (más o menos)

de manera consistente, formal y generalizada, de códigos de ética, manuales de estilo y

defensores del público.

Varios dueños de medios se han apresurado en la implementación de estas medidas de

frente a sus audiencias, en mucho, para evitar que la regulación venga del Estado y, por

supuesto, para no perder o bien, para recuperar y ganar credibilidad, convencidos ya de

que la credibilidad, sí vende.

Independientemente de las motivaciones –sin que esto implique que no sean

importantes ni objeto de concienzudos análisis— en general podemos decir que en

materia de medios hemos avanzado y seguimos; y que la televisión, la radio y la prensa

escrita, unas empresas más que otras, unos periodistas más que otros, están al tanto de lo

que demanda la sociedad y preocupados por actuar en consecuencia.

Aunque a un ritmo más lento que la sociedad mexicana, sobre todo en materia

político-electoral y de movimientos sociales, los medios informativos en México han cambiado

y siguen transformándose. A partir de las elecciones de 1988, la movilización social a

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No podían cerrar sus espacios a hechos que hoy forman parte de la historia reciente de

nuestro país y siguen repercutiendo.

Los mexicanos estábamos despertando y los medios debían dar cuenta de ello so pena

de perder credibilidad y audiencia y… anunciantes.

Fue un efecto péndulo: de la represión y la amenaza constante del Estado para quitar

concesiones, suprimir el abasto de papel y cerrar estaciones y periódicos, los medios

mexicanos, los periodistas mexicanos, empezamos a experimentar por primera vez, la

ausencia del miedo y, al mismo tiempo, la libertad de expresión, de prensa y de

imprenta. La garantía del derecho a la información todavía está en veremos, pero no

quitamos el dedo del renglón. Es una lucha de todos los días.

El péndulo no ha llegado al punto de equilibrio y quizá no alcance ese estatus, porque

cada medio tiene su propio tiempo, de acuerdo a su público y a su entorno político y

económico. Cada periódico, cada noticiero de radio o de televisión, cada periodista,

avanza a un ritmo particular pero es importante destacar que muchos y cada vez más en

todo el país, están a la vanguardia y se consolidan como medios y periodistas

independientes (a pesar de las concesiones y de los empleadores, respectivamente) y

ejercen diariamente de manera responsable con la sociedad y apegados a la verdad.

Pero en esta diversidad, en esta multiplicidad de opciones informativas en el México de

hoy, los diferentes públicos tienen acceso a prensa amarillista y/o roja; a prensa

militante; a medios que responden sólo a sus intereses económicos; a medios

guerrilleros, alternativos y, entre otros, a medios socialmente responsables. Y esos

diferentes públicos, es un hecho, ven, escuchan, leen… luego valoran, discriminan y

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Según Jan Schaffer, director ejecutivo del Centro de Periodismo Cívico Pew2, quien por

cierto, está convencido de que la función de los medios de información es construir una

comunidad, los medios, precisamente, y sus periodistas, caemos en alguna de las

siguientes categorías (fácilmente ubicarán ejemplos):

Perros falderos, es decir, periodistas al servicio del propio medio y del poder; los

dueños de los medios privilegian el negocio; primero publicidad pública y/o privada, y

después… ya se verá.

Perros de ataque o periodistas enfocados en escándalos de personajes públicos; llegan

incluso a hacer labores de espionaje (cámaras y grabadoras ocultas, lectores de labios,

robo de documentos; y aceptan gustosos las filtraciones a pesar de que se saben

utilizados… a alguien le pegarán).

Perros de vigilancia o periodistas que se dedican a examinar la conducta personal y

ética de los servidores públicos (bonos, salarios, rendición de cuentas, transparencia,

corrupción, turismo político, dinero para telenovelas…).

Perros lazarillos: ¿Puede haber un periodismo que no sólo le brinde a la gente noticias

e información sino que también le ayude a cumplir su tarea como ciudadanos? ¿Que no

sólo produzca el espectáculo cívico insólito del día sino que en realidad desafíe a la

gente a participar e intervenir, y a asumir responsabilidad por los problemas? ¿Que no

los coloque sólo como espectadores sino también como participantes?

Los perros lazarillos son los periodistas cívicos, los que están conscientes del origen de

la profesión y la honran; no abandonan la función de vigilancia sino que le añaden

responsabilidades.

El periodismo cívico es hoy una etiqueta amplia que responde a los esfuerzos de

editores y directores de noticias que tratan de ejercer el periodismo para ayudar a

2 “La ética en los medios de comunicación” (2004, abril) en Cuestiones Mundiales, periódico electrónico del Departamento de Estado de Estados Unidos consultado en

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superar el sentimiento de impotencia y alienación de la gente. El periodismo cívico

busca educar a los ciudadanos sobre las cuestiones importantes y de actualidad para que

puedan tomar decisiones cívicas, participar en el diálogo y la acción cívica y, en

general, para ejercer sus responsabilidades en una democracia.

Los periodistas cívicos creen que es posible brindar una cobertura noticiosa que motive

a las personas a pensar e incluso a actuar, más que simplemente atraerlas a mirar. Y

creen que tienen la responsabilidad de hacerlo así.

Estos periodistas, los socialmente responsables, independientes y veraces, son

identificados y reconocidos; vistos, escuchados o leídos todos los días, por una

población creciente, la que se resiste a la manipulación; la que busca –y exige— la

información más completa y precisa posible, la que no admite errores; la que requiere

un espacio de interlocución y lo encuentra; la que abomina a comunicadores

tendenciosos y en cambio espera de ellos un punto de referencia, un dato o un

comentario, que lejos de orillarla a pensar de cierta manera, simplemente usa la

información para normar su criterio, reflexionar, sacar conclusiones y, sobre todo, tomar

decisiones. Son los medios, los periodistas y los públicos que asumen la parte de

responsabilidad que les toca en esta nuestra imperfecta democracia. Y si no son

consecuentes con el poder, tampoco lo son con la audiencia.

Medios y comunicadores que rechazan la estridencia, el escándalo, que piensan más de

dos veces si publicar o no una información que, aunque verdadera, puede causar más

daño que beneficio en el auditorio, en los lectores.

Medios que tienen su propia agenda y son espacio para la investigación y denuncia de

funcionarios públicos y empresarios corruptos, de ecocidios, de atentados y violaciones

de derechos humanos, de redes de pederastia y narcotráfico; medios que dan voz a los

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mismo tiempo dedican gente y tiempo aire a temas que pueden significar un cambio en

el público: educación, salud, medio ambiente, desarrollo urbano, movimientos sociales,

cultura, ciencia, pobreza, migración, generación de conocimiento.

Medios y periodistas, en una palabra, responsables.

Si todos fuéramos así, entonces no tendríamos que discutir ni revisar el papel de los

medios en materia de seguridad nacional, que no sólo tiene que ver con terrorismo,

guerrilla y narcotráfico, sino y básicamente, con agua, alimentación, medio ambiente,

derechos humanos, migración y fronteras, ciudadanía y educación, salud pública y

combate a la pobreza.

¿Qué estamos haciendo?

El poder que ahora ostentan los medios de información y la influencia que ejercen,

obligan a la sociedad –cada vez a más sectores—y a diversos grupos e instituciones, a

no perder de vista su actuación, sus motivaciones, a buscar las intenciones manifiestas o

tácitas que están detrás de cada noticia, comentario o reportaje; y los obligan además a

comparar y a discriminar de manera permanente. Los medios no saben de bien a bien

cuántos radioescuchas, televidentes y lectores pierden cada día.

Pero, en un país de pocos lectores, el periodismo que más poder ha acumulado es el que

se hace a través de la televisión, en donde –a diferencia de lo que sucede en la prensa

escrita y en la radio— los mecanismos de retroalimentación son precarios y, en general,

poco atendidos.

Hay un claro divorcio entre lo que se informa en los diferentes noticieros de televisión y

lo que a los espectadores les interesa ver y escuchar, aunque el argumento invariable, la

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Nada más alejado de la verdad. Son los medios y los comunicadores los que creamos la

demanda.

Muy pocas veces, los intentos de organismos no gubernamentales por eliminar ciertas

emisiones de la programación televisiva han tenido éxito. Y es que, además, saben que

corren el riesgo de ser objeto de campañas intensivas de desacreditación.

La sociedad civil organizada no quita el dedo del renglón, y en la medida en que

lectores, radioescuchas y televidentes se involucren con sus medios de comunicación y

les exijan ciertos contenidos y respuestas so pena de cambiar de estación, canal, revista

o periódico, los medios no tendrán otra opción más que cumplir con el mandato de los

mercados a los que se dirigen y gracias a los cuales venden. Por supuesto (no quiero

pecar de ingenua), a muchos no les importa y siguen tan campantes, fundamentalmente

porque la sociedad no se involucra lo suficiente.

Los noticieros estelares de Televisa y Tv Azteca, que se supone deberían reflejar lo que

pasa día a día en todo el país porque además se autonombran nacionales y bueno, la

cobertura la tienen, se concretan a hacer un recuento de los hechos violentos y

delincuenciales de todos los días; sólo por asesinatos, detenciones, decomisos,

enfrentamientos o accidentes donde hay muchos muertos, Nuevo León, Michoacán,

Baja California, Jalisco, Coahuila o Yucatán, “ganan” espacio en esos noticieros, que

además se solazan con casos extraordinarios como el que ellos mismos titularon “el

asesino de Lomas” o algo así.

En estos y en otros noticieros, en decenas de periódicos, en todo el país, los periodistas

“informamos” al público de la “familia” en Michoacán, por ejemplo, que además se

valió de un periódico para dar cuenta de su existencia; de las toneladas de cocaína y

mariguana y de las armas que son decomisadas un día sí y otro también, en los puertos y

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que si encajuelados o quemados vivos; del chino, los millones de dólares y el

famosísimo “coopelas o cuello”; que si el “Pipen”, Tania, el artefacto y el top (perdón

por el anglicismo), los pescadores, los zapatos que perdió y la bolsa que el “Pipen” no

traía.

Todos los días a todas horas, esta es la información a la que exponemos a lectores,

radioescuchas y televidentes. Desayunamos, comemos y cenamos y también entre

horas, engullimos muertos, sangre, cocaína, narcos, reyes y reinas de zonas y drogas,

capos, cárteles, policías corruptos, policías muertos, niños expulsados de sus escuelas y

niños drogados con dulces; sicarios, lugartenientes, madrinas, ejecutados, descabezados,

desmembrados…

Primero fue la novedad. Las nuevas generaciones tal vez no se acuerden, pero muchos

de los aquí presentes sin duda sí, de la detención en los años ochenta de Rafael Caro

Quintero y de la admiración que luego generó cuando dijo que vendiendo mariguana

podría pagar la deuda externa. Nos enteramos de sus amores y desamores y se filmaron

películas y se compusieron canciones. De entonces a la fecha, después de la primera

reacción, del escándalo y la sorpresa, ha venido el repudio y la indignación, el miedo

por supuesto, pero ahora, pregúntenle a cualquier joven, eso ya no le causa extrañeza, ni

le sorprende ni le horroriza. Nos estamos acostumbrando como sociedad y los medios

somos responsables ¿estamos calculando los efectos en la gente? ¿En los niños y en los

jóvenes?

¿Qué estamos haciendo? ¿Nos damos cuenta? Y si sí ¿es por vender? Y si no ¿se

justifica?

(9)

Urge rescatar al periodismo, el que antepone los intereses de la sociedad a la que se

debe, a cualesquiera otros; el que, insisto, se apega a la verdad y es responsable e

independiente.

El periodismo que es "el tribunal de la opinión pública" y retoma las nociones de

opinión común como presión social y busca la difusión regular de todas las actividades

gubernamentales como un seguro contra los abusos de poder, aun cuando no siempre

funcione. El que informa a la sociedad de manera que esa sociedad tenga elementos

para generar cambios en su propia vida y en su entorno, sin decirle cuáles, salvo que por

favor no tire basura en la calle.

Siempre habrá juego de intereses políticos y económicos, muy difíciles de erradicar, a

pesar de que cambien las personas y los partidos; en muchos medios todavía, hay una

clara proclividad hacia quien representa el máximo poder político y no hacia el público,

de todas maneras cautivo.

Y en este contexto, no puede ser sino la sociedad la que empuje un cambio en los

medios y es capaz de hacerlo, de la misma forma en que fue capaz de votar por una

opción que acabó con la inevitabilidad del PRI y será capaz de hacer lo que quiera como

evitar que le impongan un canje de placas.

Malas noticias

¿Se puede? Sí, estoy convencida de ello, pero no será fácil, ni pronto, ni terso. Hay

grandes resistencias y nuevos desafíos. Antes, por miedo, no se daba cuenta de la

corrupción en el gobierno, de los fraudes electorales, de los excesos de los gobernantes,

no se dio cuenta en su momento de la matanza del 68. Como espectadores vivíamos

(10)

Pero luego las ventanas de la libertad de expresión se abrieron y salimos, casi volamos

hacia ella. Ahora el miedo, que dejamos de sentir los periodistas durante un buen

tiempo, cambia de fuente, de origen, pero reaparece.

Las noticias no son buenas.

Después de la euforia de la primera vez generada por la recién estrenada libertad de

expresión, después de nuestros gloriosos “gates” (toallagate, pemexgate); después del

descubrimiento pues, del periodismo de investigación y de la emoción (equivocada a

veces) que sentimos al ver rodar las primeras cabezas desde las altas esferas de

gobierno, vuelve el miedo, una de las principales razones de que muchos periodistas no

seamos cien por ciento independientes. Sí, más que el chayote, la publicidad, el favor, la

prebenda e incluso, el cargo público, el miedo nos paraliza y nos resta independencia.

¿Cuántos temas no abordamos por miedo? ¿Cuánta autocensura? ¿Y es cuestionable? La

impotencia y la frustración campea en quienes ejercemos y vivimos el periodismo de

manera idealista, romántica… y válida, sí.

Muchos de los que se han atrevido a investigar y a denunciar en sus notas y columnas,

en sus programas de radio y de televisión, a la delincuencia organizada, a los

narcotraficantes, a los invasores de terrenos, hoy están muertos o desaparecidos o

lesionados; son un expediente más en la fiscalía especializada… ¿En qué? ¿Qué capo,

narcotraficante, ladrón, funcionario corrupto está en la cárcel por la acción de esa

fiscalía? Por cierto ¿Quién es el fiscal? ¿Cómo se llama?

En la mayoría de los medios nos concretamos a dar cuenta de los decomisos y las

detenciones, de los enfrentamientos, los muertos, las ejecuciones, los descabezados y

desmembrados, de las sentencias y las fugas, pero hasta ahora no se ha dado, y, la

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¿Quién tiene el espíritu de la periodista irlandesa, asesinada, Verónica Guerin? ¿Quién

las agallas de Jesús Blancornelas, quien falleció a consecuencia de las lesiones que le

dejó el atentado que sufrió nueve años por narcotraficantes? ¿Quién quiere seguir los

pasos de Héctor Félix “El Gato”, asesinado hace casi 20 años; o de Ramón Ortega?

¿Quién quiere dejar a su mamá, a su papá, a su mujer o a su marido, a sus hijos, con la

pena y la incertidumbre de no saber si están vivos o muertos? ¿Quién quiere ser héroe o

heroína?

Según Reporteros sin Fronteras, después de Irak, México es el país más peligroso para

el ejercicio del periodismo… ¿Quién quiere formar parte de las estadísticas? ¿Dónde

está Alfredo Jiménez? ¿Cuándo se sabrá quién mató a Amado Ramírez? ¿Quién quiere

sufrir lo que sufre Francisco Arratia, columnista de Matamoros, quien fue brutalmente

golpeado con una barra de hierro, le rompieron los dedos y dientes y lo quemaron con

ácido? ¿O vivir la agonía de Guadalupe García tras ser acribillada al entrar en la

emisora donde trabajaba en Nuevo Laredo?

No somos héroes y, sin embargo, la sociedad está amenazada y enferma y temerosa.

No todo está perdido. Algo podemos hacer y es el papel, sin exponer nuestras vidas,

para seguir haciendo.

La propuesta es: periodismo cívico. Más que para combatir el narcotráfico, para

erradicar el consumo, por la cohesión familiar, por la estabilidad personal, por el

fortalecimiento de los espíritus, por los seres humanos y contra los poderosos que

manipulan a la sociedad de muchas formas para tenerla y mantenerla sometida,

enajenada, perdida; periodismo cívico a favor de la seguridad nacional, de los objetivos

de la nación (cuando los tengamos, y nos toca insistir); periodismo cívico por un

(12)

Y para erradicar el consumo ¿Qué? ¿Cómo? Información, educación, generación de

conciencia. Si como periodistas logramos que la gente denuncie de manera anónima; si

nuestra causa es contra la violencia y la drogadicción; si decimos una y otra vez cómo

los padres y los maestros pueden detectar si sus hijos consumen drogas; si exigimos

respuestas a las autoridades contra el desempleo y convencemos a nuestros auditorios

para que las exijan también; si promovemos el voto razonado y explicamos y abrimos

los ojos y los oídos de quienes nos escuchan, nos leen y nos ven para que sepan el poder

que tienen como ciudadanos, entonces estaremos cumpliendo con nuestro papel,

aportaremos, haremos la diferencia y podremos aspirar a vivir mejor.

Tenemos esa responsabilidad, nos la otorga el privilegio que nos da el ingreso,

prácticamente sin filtro, a todos los hogares, de una u otra forma, en papel periódico, en

audios, en imágenes.

Tomás Eloy Martínez, escritor argentino y capacitador de periodistas en varios países de

América Latina, dijo:

"El periodismo no es algo que uno se pone encima a la hora de ir al trabajo. Es algo que

duerme con nosotros, que respira y ama con nuestras mismas vísceras y sentimientos.

En el periodismo se impone una nueva ética; el periodista ya no es un agente pasivo que

observa la realidad y la comunica, no una mera polea de transmisión. Lo que escribo es

lo que soy y si no soy fiel a mí mismo, no puedo ser fiel a quienes me leen. El periodista

está obligado, en todo tiempo, a pensar en su lector, alianza de fidelidades a su propia

conciencia, al lector y a la verdad.

“Al lector se le respeta con la información precisa; el periodismo no es un circo para

exhibirse, sino instrumento para pensar, crear, para ayudar al hombre en su eterno

combate por una vida más digna, más justa. A semejanza del artista, el periodista es

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También creo en el periodismo como una herramienta para lograr mejores condiciones

de vida y es ése sentido el que es preciso rescatar; vale la pena remontar el largo camino

ya, de desconfianza, descrédito y desprestigio.

Independientemente de lo que se avance en materia de regulación y auto- regulación, en

acceso a la información y en la relación entre medios y periodistas, entre medios y

sociedad, rescatar el periodismo depende de cada periodista, de su lucha incansable y

cotidiana por servir a la sociedad y no al poder; de su determinación por ser

independiente y responsable; de su decisión de no caer en la tentación del escándalo, la

nota amarilla, el falseo de datos, la manipulación, la imprecisión o la corrupción; de su

interés por atender aquello que puede ser noticia y al mismo tiempo signifique

soluciones y respuestas para amplios sectores de la sociedad o que impida el abuso de

los poderosos en detrimento de los débiles.

Periodismo responsable

Hace año y medio, en el marco de la Feria Internacional del Libro, se llevó a cabo un

seminario en donde el tema central era el “Periodismo responsable”. Para participar, era

necesario inscribirse y los aspirantes debíamos decir qué era para nosotros el periodismo

responsable. Comparto con ustedes lo que escribí entonces.

¿Periodismo responsable? Tendría que ser, simplemente, periodismo. La

responsabilidad es una cualidad inherente a este oficio; tendríamos que hablar

entonces de rescatar el periodismo, volver al origen.

¿Por qué ahora es una aspiración el periodismo responsable? ¿Por qué está en la mesa

del debate? Por las desviaciones en el ejercicio profesional, porque se ha faltado al

compromiso con la verdad, porque se ha minado la independencia… en resumidas

(14)

Periodismo responsable es el que privilegia los intereses de la sociedad a la que se

debe.

El que es "tribunal de la opinión pública" y retoma las nociones de opinión común

como presión social y busca la difusión regular de todas las actividades

gubernamentales e investiga exhaustivamente sobre ellas, como un seguro contra los

abusos de poder, contra la corrupción y a favor del servicio público auténtico y

generador de niveles de vida superiores para toda la sociedad, sobre todo los sectores

marginados. El que compromete, vigila y da seguimiento.

Periodismo responsable es también el que dedica tiempo y espacio a temas

aparentemente menores pero que con frecuencia son más importantes que los

escándalos políticos: cultura y medio ambiente, por ejemplo, salud y educación,

trabajo e infraestructura, desarrollo comunitario, participación… entre muchos otros.

Entiendo el periodismo responsable como el que se ejerce con la conciencia de que el

daño no se repara totalmente y, por lo tanto, se ocupa de prevenirlo; el que está

comprometido con la verdad y siempre se pregunta para qué es la verdad; el que

considera los derechos humanos de los acusados y busca sin descanso todas las

versiones de un mismo hecho, incluida la de los directamente afectados; el que usa

correctamente el idioma para defenderlo y para no dejar rendijas por donde se cuele

una mala interpretación o un malentendido; el que entrega precisión y no

ambigüedades. El que no editorializa géneros informativos.

El periodismo responsable es el que busca la verdad completa y así la presenta a los

lectores, a los televidentes, a los radioescuchas y a los cibernautas: causas, realidad y

consecuencias; el que verifica la información dos y tres veces, todas las necesarias,

antes de publicarla; el que asume la verdad como el valor supremo de la profesión y

(15)

El que no se vende y está plenamente consciente del poder que tiene en sus manos y lo

usa, todo, en beneficio de la gente; el que sabe que también es guía.

Es el periodismo responsable el que vale en la lucha permanente por enriquecer,

fortalecer y perfeccionar la democracia; el que da respuestas e intenta siempre abrir

conciencias. El que invita a la sociedad a ser democráticamente responsable y la

motiva a participar, a exigir, a hacer la diferencia, a moverse, sin que esto implique

decir exactamente qué y cómo.

El que no cree saber lo que la gente necesita saber y, por el contrario, pregunta,

escucha, investiga, se acerca, atiende, respeta y rectifica siempre que es necesario, sin

reticencias.

Es el periodismo ventana, puerta, camino, antorcha, entrada y salida, cima, razón; no

el periodismo abismo, muro, prisión, cadena, sinrazón.

Es el periodismo así, sin adjetivos, el que ofrece posibilidades y un mejor futuro

porque contribuye a poner en marcha el poder de la sociedad.

Hasta aquí lo que escribí entonces…

Estamos bajo la lupa… que nadie intente atravesar con ella, un rayo de sol.

(*) Laura Castro Golarte es periodista desde hace 30 años. Actualmente colabora en la sección Editorial de El Informador, diario de Guadalajara; y forma parte del equipo revisor del Centro Internacional de Casos del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, con sede en el Campus Guadalajara.

Referensi

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