Festejos de subcampeonato
“La patria es el otro, el equipo es el otro, eso es lo que enganchó a la gente con esta selección” (DT A. Sabella).
“Este equipo partió a Brasil con muchos cuestionamientos por alguna parte de la prensa” (Capitán L. Messi).
“Nos fuimos con dudas, volvimos con certezas. Hemos dejado a la gente valores de cómo competir” (Gran Sub-capitán J. Mascherano)
“Este grupo le devolvió a la selección el sentido de pertenencia” (M. Rodríguez).
Estas frases imponen una alternativa: o bien todo, incluso el fatal gol de Götze a 8 min. del final del alargue (para darle una coloración trágica al resultado que cuadra bien con el sentimiento argentino) estuvo organizado por Fuerza Bruta, o bien esta selección es hija natural de la década ganada.
Evidentemente, son frases difíciles de deglutir para otros, por eso aplicarán una
estrategia de confusión efectiva pero de patas cortas: las pasarán por alto, dando lugar a bobadas y chimentos que no hacen más que expresar la falta de lealtad que, por cierto, ellos bien conocen. Estupideces varias de gente que no ha hecho la experiencia de calzarse una vez los cortos ni ha visto qué se siente en el estómago tener que jugar una final (ni de copa de barrio)...
Pero ahí están los agoreros que sabiamente diagnostican las causantes de las arcadas de Messi, los apocalípticos integrados que sentencian que el otro 10 faltó a su compromiso con la gloria, los gatafloristas que tres partidos antes aseguraban que cualquier equipo en serio nos metía 5 goles y ahora crucifican a Higuaín, Messi y Palacio por los que erraron, los que se preguntaban socarronamente si Lavezzi tenía todos los caramelos adentro porque hizo un chiste en el medio del partido y hoy vaya a saber qué
explicación le encontrarán a que el técnico se lo haya retrucado ante la Presidenta...
Como aquel otro sentido homenaje, parece que este alegre reconocimiento a la
selección, con el pecho henchido de satisfacción por el desempeño y sobre todo por las maneras, tampoco lo armó Fuerza Bruta.
Y como en aquel otro homenaje, hay que sentir pena por los que sospechan y
desconfían de tantas cosas (en primer lugar, padecen una profunda y endémica falta de fe en sí mismos, necesitando siempre de augures externos) que vienen sucediendo, y ahora no pueden más que querer olvidar que aquí se armó un equipo popular.