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L OS ÚLTIMOS MÉDICOS CON SENTIDO MORAL

Dalam dokumen ORIGEN DE LAS ENFERMEDADES RARAS (Halaman 166-171)

sobre animales y humanos sin ningún remordimiento y que deberían sentirse orgullosos y agradecidos de vivir en una civilización ilustrada y moderna que amaba el “progreso”, la novedad y donde se permitía el experimento humano.

Con toda esta crítica malintencionada contra la falta de entusiasmo que los médicos tradicionales sentían por el “progreso” y su negativa radical hacia el experimento humano, los docentes ilustrados pretendían suplir el secuestro de la auténtica memoria histórica a la que habían sido sometidos los estudiantes; éstos tenían la mente en blanco, no tenían referencias ni clases de historia que les hubiesen explicado y expuesto las razones de los antiguos maestros… Sus mentes eran libros en blanco donde la docencia de la bestia podía escribir con toda impunidad la leyenda negra de la medicina tradicional. Pero la verdadera explicación histórica de que la medicina tradicional careciera de la idea de

“progreso” y que, por tanto, no contemplara en absoluto la posibilidad de investigar y buscar nuevos métodos, nuevas teorías y nuevos medicamentos con sus respectivas patentes industriales era, precisamente, por no ser una industria sino una auténtica medicina tradicional.

El conocimiento tradicional, al contrario del moderno, se basa en la transmisión de información que se tiene por cierta, verdadera y contrastada de generación en generación, puesto que, si lo que se afirma como cierto lo es verdaderamente y se corresponde con la realidad objetiva, el tiempo no lo cambia ni lo puede cambiar; no existe ni puede existir ningún fenómeno natural ni ninguna ley física que haya cambiado a lo largo de la historia o de un siglo para otro: la ley de la gravedad, las leyes del sonido, de la termodinámica, la fisiología humana, la expansión de los cuerpos por el calor… Todas las reacciones químicas y los fenómenos físicos en todo el cosmos… actúan y se comportan de igual manera siglo tras siglo y milenio tras milenio; la certeza matemática, física, filosófica… no cambia con el tiempo; la realidad cósmica no sigue las modas… Si un fenómeno natural es de una determinada manera… lo es para siempre y de manera constante; como ya hemos dicho, los médicos tradicionales se basaban en las leyes de la naturaleza y pensaban que si los conceptos y métodos médicos de sus antepasados eran ciertos y habían demostrado funcionar y se basaban en la realidad cósmica y en sus leyes constantes e inamovibles… lo más inteligente era mantener ese conocimiento que se atenía a una realidad existencial constante o a una evidencia cósmica que no podía variar con el tiempo; además, ya hemos dicho que todos los científicos y, por tanto, los médicos preindustriales veneraban a la naturaleza como expresión perfecta e insuperable del poder creador de Dios y nunca se hubiesen

atrevido a pensar siquiera que pudiesen superarla, pensamiento éste propio y exclusivo de los científicos modernos.

Esta fidelidad al conocimiento de los antepasados sobre las leyes cósmicas permitía a los médicos tradicionales utilizar métodos y medicación que eran harto conocidas desde antiguo. No tuvieron necesidad de experimentar nuevas medicaciones en sus pacientes y ponerles en peligro; es más, detestaban esta práctica moderna por abominable; habían hecho un juramento donde uno de sus primeros preceptos era “primum non nocere”, que significa “lo más importante es no dañar (al paciente)”. En la escuela médica tradicional europea se seguían los consejos y sentencias de los antiguos maestros y esos consejos los podemos leer todavía, por ejemplo, en los aforismos de Hipócrates que han llegado hasta nosotros; por tanto, podemos comprobar cómo todos los aprendices de médico leían en el primer aforismo: La vida es breve y el arte es largo, el experimento

PELIGROSO y el juicio difícil… Los aforismos eran colecciones de consejos y sentencias que pretendían adiestrar a los estudiantes no sólo en la práctica y la técnica del arte médico, sino que también pretendían educarles en la moral y la deontología con la que todo médico debe ejercer su oficio.

Es curioso que mucha gente de nuestra época crea, y quizá nuestro lector también, que los médicos modernos actuales hacemos el juramento de Hipócrates al terminar nuestros estudios en la universidad e iniciar nuestro ejercicio de la medicina; queremos informar a nuestro lector que eso no es así desde hace siglos y que, en la actualidad, si algún médico conoce dicho juramento es porque es un aficionado a los libros de historia y lo ha podido leer en alguno de ellos. Por otra parte, esa supresión de cualquier tipo de juramento la vemos totalmente coherente en nuestra sociedad, puesto que para hacer un juramento y sentirse obligado a seguirlo se tiene que ser creyente religioso, puesto que jurar es poner a Dios por testigo y juez último de que cumplirás aquello que afirmas cumplir bajo juramento; la mayoría de los médicos actuales no son creyentes sino agnósticos o ateos y no practican ninguna moralidad religiosa, por lo tanto, carecería de sentido y valor cualquier juramento que hiciesen. Pero una cosa debe quedar clara para el lector y es que si en la actualidad los médicos hicieran el juramento de Hipócrates que hacían sus antepasados y, además, se sintieran obligados a cumplirlo… la única medicina moderna o medicina oficial o medicina industrial… no existiría ni podría existir, pues ésta se basa, como hemos explicado, en una práctica prohibida por el viejo juramento por considerarla una abominación indigna de ser practicada por un

médico: el experimento humano. Y hay que decir, para ser fiel a la verdad, que toda la medicación moderna que el médico actual se ve obligado a utilizar, toda ella, es de origen industrial, sus efectos secundarios son aleatorios y muchas veces desconocidos y toda ella tiene un carácter experimental. Esa es la razón por la que, de vez en cuando, podemos oír en la televisión que se ha retirado del mercado una determinada medicación que se había estado utilizando durante años… porque se ha comprobado que producía unos efectos secundarios que resultaban más perjudiciales que el mal que pretendían sanar… Sólo que cuando ocurre tal cosa… ya es demasiado tarde para miles de pacientes que la han estado consumiendo durante años.

Efectivamente, los médicos tradicionales no aceptaron nunca el experimento humano porque no se podían permitir la posibilidad de que “eso nuevo y desconocido” o “esa nueva medicación salida de una fábrica” que se pudiese administrar al paciente… le pudiera perjudicar; y como eso no se puede saber hasta que se prueba, no se arriesgaban por respeto a la salud de su paciente y por el temor de causarle un daño a un inocente. Los médicos tradicionales tenían un altísimo grado de moralidad, creían que la Divinidad les pediría responsabilidad por el buen o mal hacer de su arte, puesto que habían hecho un juramento y eran creyentes; consideraban como una abominación el experimento sobre humanos y no fueron seducidos nunca por la novedad, la revolución científica ni por la búsqueda de nuevas sustancias experimentales y, por todo ello, no eran aptos para los nuevos tiempos de Revolución Industrial y, como tenían esas restricciones éticas, fueron desprestigiados y acusados de pseudocientíficos y sustituidos por los nuevos y flamantes médicos modernos que, en contraposición clara, tienen una “ética” mucho más laxa y acomodada a los intereses industriales y económicos y, por eso, creen que poner en riesgo la vida y la salud de los pacientes es un riesgo que pueden asumir y que practican con toda naturalidad y sin ningún problema ético; los nuevos médicos de la única medicina son adeptos y practicantes de la medicina industrial, que es, por su propia naturaleza y método, una medicina experimental en la que todos los pacientes tienen o se les aplica el papel de cobayas humanos.

Los médicos tradicionales, siendo fieles a su tradición médica milenaria que utilizaba remedios conocidos desde la noche de los tiempos y siguiendo las leyes naturales, nunca tomaron a sus pacientes por cobayas y mantuvieron la pureza y las cualidades naturales de los humanos, que, gracias a ese respeto que les profesaban sus médicos tradicionales, se mantuvieron como ejemplares

genuinos, sanos y fértiles o humanos con todas sus posibilidades biológicas gratuitas y genuinas propias de la especie homo sapiens; eso fue así durante milenios hasta la llegada de la medicina moderna con los nuevos médicos

“ilustrados” y supremacistas que padecen de un tipo de alteración mental que les hace creer que son “mayores de edad” y “los primeros y únicos médicos de la historia y del mundo” y que la medicina que practican es la “única medicina

que merece llamarse así y, además, estos médicos modernos no tienen ningún problema ético o moral que les impida la práctica del experimento humano sin ningún tipo de miramiento y sin ningún tipo de compasión hacia el paciente y, precisamente, este nuevo hito de la medicina ilustrada, la administración de medicación nueva y experimental, que es una práctica exclusiva de la medicina moderna, es lo que nos ha transformado a los ciudadanos de “la sociedad del bienestar” en los actuales homo cobayas estériles y con enfermedades raras.

CAPÍTULO 13.

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