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P OR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS

Dalam dokumen ORIGEN DE LAS ENFERMEDADES RARAS (Halaman 83-97)

– “De todas maneras, tengo que reconocer o entender que esa admiración generalizada por la “civilización moderna” y el “progreso tecnológico y social”

que profesan la mayoría de ciudadanos ya sean ateos, agnósticos o creyentes se debe a la poderosa capacidad que tiene la bestia de mimetizarse y esconder su maldad intrínseca y su verdadera naturaleza satánica y mostrar una falsa apariencia de bondad, de progreso, de liberación, de civilización y buenos augurios; la bestia, desde su liberación al final de la Edad Media, no ha cesado de ofrecer muchos nuevos y llamativos hitos científicos y tecnológicos como las máquinas de vapor, el motor de explosión, la nueva química y física, la electricidad, los combustibles fósiles, la aviación, la Revolución Industrial… y otros hitos de carácter social como la igualdad, la democracia, los derechos humanos… Todas estas novedades intelectuales y sociales y estos hitos tecnológicos fueron presentados por la bestia como grandes “adelantos” o como

“regalos” para la humanidad; usted mismo piensa que así es y que, en efecto, todos estos hitos han mejorado la vida del hombre civilizado; lo acaba de afirmar con vehemencia. Sin embargo, todos esos acontecimientos, inventos y adelantos sociales, en realidad, son “lobos vestidos con piel de cordero” como afirma la frase evangélica; la bestia ha tenido la habilidad de presentarlos camuflados como corderos y, por eso, todo el mundo los tiene como a tales, todo el mundo cree, incluso los cristianos, que han sido hitos beneficiosos para la humanidad… pero en realidad esos hitos tecnológicos y esas revoluciones del pensamiento social son verdaderos “lobos depredadores” que, una vez hayan adquirido el tamaño y la importancia a la que aspiran, van a acabar con dicha humanidad.”

– “Qué tremendo y exagerado que es usted, padre Ignacio” – comentó el médico con actitud escéptica y una sonrisa sarcástica y burlona mientras apuraba el dulzor residual del fondo de la taza de su segundo café.

– “No me sorprende que usted me encuentre exagerado e, incluso, anticuado; ya le he confesado que para un hombre como yo la Edad Media fue un período envidiable y humanamente luminoso; ¿conoce a alguien que sea de la misma opinión?… Seguro que no; pero si me sigue escuchando le demostraré que no soy tan exagerado y pesimista como le parece sino que, en realidad, soy un realista sin remedio.

Hay otra frase evangélica que puede ayudarnos a descubrir a esos “lobos disfrazados de corderos” que, como le estoy diciendo, son esos hitos revolucionarios que nos ofreció la bestia y que forman el meollo o el “precioso”

y “apreciado” contenido de la civilización moderna a la que usted admira sin paliativos; la frase evangélica a la que me refiero y que nos servirá de clave en nuestro análisis es aquella en la que Jesús advierte que “por sus frutos los conoceréis”, puesto que esa sentencia o consejo es muy útil y esclarecedor para descubrir a los verdaderos lobos camuflados de bondad que campan y dominan en todos los ámbitos de la actual sociedad, es decir, los falsos mitos de la modernez.

Usted mismo, doctor, por lo que me ha contado sobre la historia del sida, parece que está empezando a descubrir que esa medicina moderna a la que usted tenía o la consideraba como la mejor de las medicinas posibles y la catalogaba, hasta hace poco, como un adelanto de la civilización o como una verdadera bendición para la humanidad, está empezando a ver, digo, que no es todo lo positiva que usted creía o pensaba; de hecho, usted me ha confesado el dolor y la decepción que en su experiencia personal con el sida le ha producido esa medicina moderna a la que usted tanto admira; en realidad, esta experiencia que ha tenido usted le ha hecho descubrir la parte oscura y satánica de esa medicina y le está mostrando que, en realidad, esa medicina en la que usted confiaba y a la que estudió con mucha confianza e interés en lugar de curar y salvar vidas está causando miles de muertes como resultado de un diagnóstico equivocado y un tratamiento muy tóxico; según usted mismo me ha contado, la aplicación de esa medicina está matando a todos aquellos que, confiando que es un “cordero”, se entregan a sus cuidados con entera confianza; usted mismo me ha contado que todos los que aceptan el tratamiento oficial mueren sin remedio porque, en realidad, esa medicina oficial no es el “cordero” que parece ser sino que, en realidad, es un “lobo” en la práctica real; eso que parece un “cordero”, en realidad, en la práctica real, es el disfraz de una “cabeza” de la bestia.”

El médico frunció el ceño y se removió en su asiento con una sensación de incomodidad, ante el impacto personal que le había producido lo que acababa de oír: el cura le había tocado donde más le dolía con su último comentario; sin embargo, esa sensación no pasó desapercibida para el viejo cura, que se apresuró a pedirle disculpas, diciendo:

– “Perdóneme la estocada, doctor, pero no hago más que recordar sus propias palabras, con las que ayer usted me contaba y afirmaba que la medicina

moderna y la industria farmacéutica estaban “asesinando” con impunidad a miles de jóvenes que, como usted mismo hasta ahora, confiaban en la bondad y buena intención de esa medicina, de esa c.c.i. en la que usted creía y de esa industria médica a la que admiraba y, como le pasaba a usted antes del caso del sida, esos jóvenes creen estar en manos de la mejor medicina del mundo y de la historia pero que, sin embargo, esa medicina les está matando de manera inmisericorde y cruel; esos jóvenes, como le pasaba a usted antes, creen y confían en una prensa, en un gobierno y en un sistema de salud que en vez de decirles la verdad les están engañando y conduciendo hacia una muerte segura; confían en unos médicos que en vez de protegerles y curarles les engañan y les envenenan, les meten el miedo en el cuerpo y les entregan a unos intereses industriales que les matan… ¿No es toda esa situación que usted me ha confesado algo parecido a la metáfora de confundir a los lobos por corderos? Esos “corderitos” son disfraces de las distintas “cabezas” de la bestia.”

Al médico le costaba admitir las palabras que estaba escuchando; su postura ya no era relajada, estaba tenso y quería protestar pero no sabía cómo negarle al cura unas evidencias que el propio médico le había relatado el día anterior; el cura, de manera astuta, estaba utilizando su propio relato para explicarle y convencerle de que todo lo que el médico había vivido en los últimos años, en realidad, había sido un combate contra esas cabezas de la bestia con aspecto de bondad y camufladas de verdaderas bendiciones que el cura quería destapar y hacerlas evidentes a los ojos del médico. El cura, sin dejar de mirar a los ojos al joven, prosiguió su explicación.

– “La experiencia que usted ha tenido con el sida ha sido su encuentro personal con la bestia camuflada de buena medicina en esta ocasión; de este encuentro doloroso y frustrante que acaba de tener, usted seguramente aprenderá que en nuestra sociedad moderna hay muchos más lobos camuflados de corderos que ese que acaba de conocer; pero, ahora que sabe que existen los lobos vestidos de cordero, sepa que son “cabezas” de la bestia y que abundan en nuestra sociedad; en realidad, están presentes en todos los campos de nuestra existencia cotidiana, pero sepa, también, que se les puede descubrir con facilidad aplicando la frase evangélica que le he recordado hace un momento: la de “por sus frutos los conoceréis”. Le pondré algunos ejemplos de los “frutos” que ha producido la bestia que, en realidad, son muy evidentes para todo aquel que se ponga a observar el mundo actual por debajo del disfraz o en profundidad y, además, tenga tiempo y tranquilidad para poder reflexionar:

Podríamos hablar de los nefastos “frutos” que ha dado la civilización de la bestia a nivel espiritual y moral, que para mí han sido los más relevantes; pero ya hemos quedado que me abstendré de los aspectos religiosos y voy a cumplir con mi compromiso pero, a cambio, nos podremos centrar en los “frutos” que a nivel psicológico, familiar y social han producido las diversas revoluciones sociales y las novedosas filosofías modernas como el materialismo, el evolucionismo[27], el existencialismo, el ateísmo, el positivismo científico…

que, como usted sabe, son ideologías nuevas y son propias de la modernez;

todas ellas han sido y son “lobos camuflados de corderos” que se han presentado en forma de hitos del pensamiento que se supone que pretendían “despertar” al hombre europeo de su sueño oscurantista medieval y “liberarle” de la superstición… Sin embargo, los “frutos” que han producido en nuestra

“sociedad del bienestar” han sido y son verdaderamente nefastos, y utilizo el adjetivo de “nefastos” con la seguridad de que lo son tanto para usted, que es un hombre de mentalidad moderna, como para mí, que soy uno de mentalidad medieval. La clave que usaremos para este análisis ético y antropológico sobre lo que pueda ser considerado como bueno o malo de manera común entre dos mentalidades tan distintas como la suya y la mía será la sentencia de Jesús de Nazaret que hemos mencionado: la de “Por sus frutos los conoceréis”…

El médico asintió con un gesto de su cabeza que denotaba que aceptaba el reto que le proponía el cura, aunque dudando de que podrían llegar a un acuerdo sobre el bien y el mal de la sociedad moderna. Continuó hablando el cura…

– “Le voy a hacer unas preguntas sobre la “cosecha” concreta y real o “los frutos” objetivos y comprobados que a nivel psicológico, sociológico o antropológico ha producido, en poco tiempo, la modernez o esta cultura moderna a la que usted admira y en la que vivimos: la primera pregunta es…

¿sabe usted que el suicidio es una de las mayores causas de muerte entre los jóvenes en los países más avanzados o más civilizados o con mayor nivel de vida y de cultura moderna?”…

Se hizo una breve pausa… y el médico, después de una resistencia mental que se le notó en la cara, asintió con un gesto de su cabeza.

– “¿Sabe usted que el alcoholismo, la adicción a la droga y el consumo de medicación ansiolítica y antidepresiva junto con el consumo de opiáceos son verdaderas pandemias propias y exclusivas de la sociedad moderna e industrializada?… ¿Sabe usted que las depresiones, los síndromes de ansiedad y

las enfermedades psíquicas en general baten récords año tras año, sobre todo en las sociedades más avanzadas?”

Hubo otra pausa… y el médico volvió a asentir con cierta resistencia con otro gesto de cabeza.

– “¿Sabe usted que en la sociedad moderna se baten récords cada año en el número de abortos, familias destruidas, asesinatos de mujeres y niños por violencia entre sexos? Y como consecuencia de toda esa violencia familiar y de pareja, ¿sabe usted que la soledad es una situación que ha adquirido una dimensión totalmente extraordinaria y desconocida entre la población europea de más de 40 años?”[28]

Pausa y silencio contenido… y siguió diciendo el cura…

– “Estos datos concretos, reales y comprobados por la estadística oficial de los países modernos… ¿qué opinión le merecen?… ¿Son frutos buenos o malos para su criterio y para su sentido de moral personal?”…

Hubo otra pausa pero, esta vez, sin ningún gesto por parte del médico, que estaba mirando fijo a los ojos del cura; éste continuó…

– “¿Qué opina usted sobre la realidad innegable y muy evidente de que estos

“frutos” sean pandemias de esta cultura moderna y de que se produzcan de manera exclusiva y en mayor cantidad e intensidad cuando más “avanzadas” y

“modernizadas” son las sociedades?”

El médico bajó la mirada ante la realidad de las cifras que el cura le estaba presentando, puesto que, además, aunque se consideraba un hombre moderno y había afirmado no creer en el bien y en el mal como ideas abstractas y dogmáticas, compartía con el cura medieval el sentido de tragedia, de maldad y de gravedad que desde el punto de vista psicológico o antropológico tenían aquellos fenómenos o realidades sociales que el cura le exponía, puesto que no tenían nada de positivo; no eran realidades positivas o buenas ni visto desde un punto de vista medieval ni desde el punto de vista moderno. Se tomó unos instantes para responder y finalmente dijo:

– “La verdad es que reconozco que los datos que está usted diciendo son ciertos e innegables y que no son abstracciones ni entelequias sino una realidad concreta de carácter inquietante e, incluso, desastroso y deprimente; no estoy muy enterado… pero he leído algo sobre la epidemia de suicidios de jóvenes e, incluso, he visto recientemente en televisión algún programa informativo donde

se afirmaba y se reportaba esa situación catastrófica sobre la alta tasa de suicidios en los países más desarrollados y creo recordar que se daban datos en esos reportajes recogidos en países como: USA, Japón, Inglaterra, Suecia… y otros países “adelantados” que ponían los pelos de punta; recuerdo que cuando vi el último documental, hace unos meses, me quedé un tanto impresionado por el número tan grande de suicidios en gente joven en Occidente[29]; me impresionó, me hizo reflexionar y me produjo una sensación de inquietud durante unos días… aunque todo quedó ahí, y le tengo que reconocer que luego lo olvidé y le he prestado poca atención al tema; aunque ahora que lo comenta usted tengo que admitir que, en efecto, me resulta muy extraño y perturbador;

recuerdo que cuando vi ese documental no pude dejar de pensar durante un tiempo que ese alto índice de suicidios era una paradoja un tanto inexplicable, puesto que precisamente los jóvenes, que se supone que reciben todas las atenciones, que no pasan hambre, que disfrutan de la mejor medicina y reciben la mejor educación… son los que mayor índice de suicidios presentan… Desde luego que es una paradoja incomestible que no sabría cómo explicarle, lo reconozco.”

Se produjo un silencio tenso de unos segundos y, después, el médico continuó su comentario sin cambiar su semblante, que revelaba su sentimiento de incomprensión; luego continuó diciendo:

– “También he leído y visto documentales, recientemente, sobre el formidable consumo de ansiolíticos y de la gran dependencia de opiáceos que existe entre los ciudadanos de los países más desarrollados; concretamente, hace poco vi uno sobre el consumo de opiáceos en USA e Inglaterra y reconozco que esa pandemia es una muestra evidente de la angustia generalizada, de la tristeza desoladora, del hastío existencial y de la falta de sentido de la vida que hay en nuestra sociedad moderna, y que todo ello contribuye a su vez al aumento de suicidios; tengo que reconocerle, padre Ignacio, que toda esta desazón colectiva y general es otra paradoja inexplicable para mí, al igual que tampoco me explico que en este tiempo, donde hemos logrado la igualdad entre el hombre y la mujer y donde las mujeres se han “liberado” por fin y pueden vivir con más expansión su vida, se haya dado como resultado paradójico e inexplicable esa relación caótica y violenta entre los hombres y las mujeres; violencia entre sexos desconocida en otros tiempos y que motiva y produce ese número de asesinatos totalmente inédito y desconocido en la historia; tengo que admitir y reconocer estas realidades paradójicas, aunque muy a mi pesar… Como usted dice, padre

Ignacio, la cosecha de esos “frutos” y su carácter inequívocamente perverso y malvado en nuestra “sociedad del bienestar” es tan evidente como inexplicable;

tengo que admitir que todos esos datos son malos o son “frutos” nefastos de esta sociedad moderna, son fenómenos de un carácter pésimo incluso para mí y no sabría cómo explicarlo… pero muy a mi pesar tengo que reconocer que los números están ahí, no se puede negar la evidencia.”

Respondió el médico con un sentimiento de haber quedado desbordado por las preguntas del padre Ignacio, que, por su realidad incuestionable, no dejaban ninguna duda sobre el gran fracaso de lo que él llamaba la modernez, o sea de la

civilización moderna”, cuyas supuestas y tan cacareadas bondades, ventajas y adelantos quedaban en entredicho, precisamente, ante la evidencia de “los frutos tan nefastos como evidentes y concretos que había producido, puesto que, con esa realidad innegable sobre el número de suicidios junto al alto índice de infelicidad y ansiedad de sus ciudadanos, resultaba del todo evidente que la llamada “sociedad del bienestar”, a pesar de lo que sugería su nombre, era incapaz de dar a sus hombres y mujeres el suficiente grado de felicidad, coherencia y sentido de la vida indispensable como para vivir la vida; quedaba claro que el nombre que se daba a sí misma esta “sociedad del bienestar” era un eufemismo totalmente falso y que esos datos estadísticos innegables evidenciaban un mal que no tenía nada de abstracto sino que era un mal concreto y real tanto para una mente medieval como para una mente moderna.

El viejo cura pudo ver en la cara del joven médico una expresión que denotaba que había comprendido y asimilado el sentido de sus preguntas y, también, un sentimiento de tristeza o quizá de decepción existencial ante la evidencia y la dura realidad que le mostraban las palabras de su interlocutor; éste continuó con su explicación:

– “Como veo en su semblante, querido doctor, que las preguntas que le acabo de hacer le harán reflexionar en los próximos días sobre la calidad de los

“frutos” de la civilización de la bestia y sobre el grado de infelicidad y locura que es capaz de ofrecer a sus “afortunados” ciudadanos modernos, le voy a hablar ahora de los “frutos” de la modernez no a nivel psicológico o emocional, tampoco a nivel sociológico o moral, sino a un nivel “terrenal” o, por decirlo de otra manera, le voy a traer a su atención los frutos de esta civilización a nivel elemental o material y físico-químico de las cosas, de los animales y de los paisajes:

Volviendo a la frase evangélica de “por sus frutos los conoceréis” y estando

como estamos en el cénit de la civilización industrial, somos testigos directos de los “frutos” también muy evidentes que han producido dos de las cabezas más importantes de la bestia: la industria y el comercio del mercado libre o capitalismo. Esta civilización moderna, de la que usted está tan orgulloso, siempre motivada por la obtención de dinero rápido y fácil, ha industrializado y ha comercializado toda la actividad humana, y esa industrialización fue presentada y recibida como una verdadera bendición o, en el lenguaje metafórico que estamos utilizando, como un “corderito” de lo más amable y generoso, y los políticos modernos con euforia y confianza aplicaron el método industrial a todo el campo de la actividad humana, por ejemplo, a la agricultura: empezamos a utilizar fertilizantes, herbicidas, insecticidas que están acabando con numerosas especies de insectos como las abejas y escarabajos polinizadores, y que han contaminado la tierra y el agua hasta los niveles actuales donde usted y yo sabemos que muchos de los productos de la agricultura industrial que consumimos son tóxicos; la maquinaria y el diseño industrial agrícola deforestó, y lo sigue haciendo, las selvas y las sabanas del planeta, y llenando la Tierra de monocultivos industriales que desplazan y exterminan a muchas especies vegetales y animales y a los propios pueblos indígenas que los han habitado durante milenios y que, finalmente, han desaparecido y en la actualidad siguen desapareciendo. La agricultura y la ganadería industrial han hecho desaparecer a agricultores y pastores tradicionales, que han abandonado los bosques y los campos y se han visto obligados a convertirse en obreros industriales y en “carne de cañón” para las industrias, que los utilizan mientras ganan dinero y les lanzan al paro y la miseria de la noche a la mañana si, de repente, no hay ganancias;

siempre con la intención de ganar dinero, industrializamos la ganadería y medicamos a nuestros animales con antibióticos, hormonas y piensos sintéticos y antinaturales, y ahora la carne que comemos es tóxica y es un elemento que, según usted mismo, está contribuyendo por acción de esos químicos y hormonas a la esterilidad de nuestros jóvenes y otras enfermedades como el “síndrome de las vacas locas”; en resumen, la industrialización de la agricultura y la ganadería y el mercado libre y su libre competencia para obtener dinero han logrado que nuestros alimentos sean tóxicos debido a los químicos fertilizantes, herbicidas, insecticidas, hormonas y antibióticos que se les administran tanto a los animales como a las plantas; según las noticias, y organizaciones ecologistas como Greenpeace, la pesca industrial ha arrasado nuestros mares en pocos años y exterminado especies milenarias y, además, no hay manera de parar esa depredación, puesto que cuanto menos queda más se encarecen las especies de

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