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LA “ SOCIEDAD DEL BIENESTAR ”

Dalam dokumen ORIGEN DE LAS ENFERMEDADES RARAS (Halaman 47-51)

Hace casi treinta años y, precisamente, ante la aparición en la escena pública de una de esas nuevas enfermedades graves y exclusivas de la población cobaya producida como consecuencia de la iatrogenia general, a la que se le conoce con el nombre de sida, el autor de este ensayo, que por entonces era un joven e ingenuo médico, se las tuvo que ver junto a los demás médicos de la época para afrontar la nueva amenaza que la prensa de todo el mundo afirmaba que se cernía sobre la población de la “sociedad del bienestar”.

En esos días estábamos todos, médicos y ciudadanos, asustados y sorprendidos ante la inesperada aparición, en pleno corazón del primer mundo, de una nueva y desconocida enfermedad que por entonces era catalogada de mortal y con carácter fulminante (según la prensa del momento mataba en un período de 4 a 6 meses a partir del contagio); según la prensa oficial y todas las demás prensas del mundo mundial, esa nueva y desconocida enfermedad se trataba de un desconocido y sorprendente síndrome de inmunodeficiencia adquirida.[14]

Ante semejante situación algunos se preguntaron… ¿Cómo era posible que pasara eso en nuestra avanzada sociedad y a unas generaciones de individuos que habían recibido (por primera vez en la historia) todos los cuidados de la avanzada y moderna medicina?… ¿Por qué afectaba a tanta gente joven?…

¿Cuál era la causa de la deficiencia de los sistemas inmunitarios de una población que pertenecía, supuestamente, a una raza superior de ciudadanos a la que, presuntamente, se le había mejorado mediante las modernas vacunas y programas preventivos inéditos, precisamente, ese sistema inmunitario?…

Durante unos pocos años no hubo respuesta a estas inquietantes preguntas y todo lo que se comentaba en la prensa eran especulaciones de lo más variadas y pintorescas, pero he aquí que, a mediados de la década de los ochenta, la comunidad científica internacional[15] (a la que llamaremos con las iniciales

C.C.I. a partir de ahora) resolvió el misterio.

Resolvió el misterio e informó a la prensa y a la docencia de todo Occidente que la verdadera causa de ese extraño, repentino y masivo colapso general de unos sistemas inmunitarios que deberían ser más que simplemente normales o

buenos en virtud de que habían sido supuestamente “perfeccionados” por las campañas de vacunación y profilaxis llevadas a cabo desde unas décadas antes…

repetimos… se informó en todas partes que la única causa del extraño desmoronamiento de esos sistemas inmunitarios “mejorados” era un nuevo y desconocido virus que con su ataque a los sistemas inmunitarios era capaz de inutilizarlos y dejarlos inservibles en un santiamén.

La mayoría de los médicos que estábamos en activo en esos tiempos aceptamos, con confianza, esa explicación oficial propuesta por la susodicha

C.C.I., puesto que confiábamos en ella, era la explicación que se daba en todas las publicaciones científicas de prestigio, era lo que salía continuamente en todo tipo de prensa ya fuera escrita o televisiva, era lo que se publicaba y enseñaba en las universidades y lo que se repetía sin cesar en todos los organismos y entidades oficiales del estado: escuelas, ejército, hospitales… Es decir, todo el mundo mundial quedó mucho más que bien informado de cuál era la “verdadera” causa de esa nueva enfermedad del sistema inmunitario, el sida; nadie tuvo duda, ante tanta cantidad de “información”[16], de que la única causa indiscutible de la nueva y terrible realidad era que había aparecido, no se sabe todavía de dónde, un nuevo virus capaz de echar por tierra todo el esfuerzo médico-industrial que se había realizado sobre unas generaciones de humanos para mejorar, precisamente, ese sistema inmunitario que ahora que, supuestamente, debería ser el mejor sistema inmunitario que había tenido jamás el homo sapiens, inesperadamente, se había vuelto deficiente, torpe y obsoleto… ya no estaba cumpliendo con su función de mantener el equilibrio interno frente a las agresiones exteriores porque estaba siendo atacado y aniquilado por ese repentino, desconocido y puñetero virus que estaba echando por tierra todo ese esfuerzo, todos esos planes de prevención llevados a cabo con modernas vacunas y todo el formidable gasto invertido por la nueva, inédita y avanzada medicina moderna o industrial desde hacía 20 ó 30 años.

La terrible y desconcertante noticia nos volvió a meter en el cuerpo a todos el ya casi olvidado miedo a los microbios y, además, nos descorazonó… puesto que estábamos acostumbrados a escuchar que la prensa anunciaba desde hacía años, con toda convicción, la supuesta mejora de la inmunidad lograda por las campañas masivas de vacunación iniciadas en los años 50 y 60; y todos los ciudadanos dábamos por verídicas las proclamas de la prensa que anunciaban que antiguas enfermedades como la rabia, la viruela y la polio… habían sido erradicadas de la sociedad occidental y, al mismo tiempo, la C.C.I. enseñaba a los

aprendices de médico, en las facultades de medicina, una realidad “innegable” y totalmente asimilada como cierta que afirmaba, sin ningún género de dudas, que los ciudadanos de la nueva “sociedad del bienestar” vacunados y protegidos por la medicina industrial eran superiores en capacidad inmunitaria si los comparásemos con sus antepasados humanos (sin conservantes ni colorantes) que no habían sido vacunados nunca de nada, es decir, eran superiores a los antepasados que nunca antes se les habían inyectado productos industriales con el propósito y el fin de mejorar sus defensas orgánicas.

La mayoría de ciudadanos, médicos y estudiantes de los años ochenta estábamos totalmente convencidos de que nuestro mayor nivel de salud e inmunidad era una “realidad incuestionable” y ganada a pulso, gracias a la inteligencia superior del hombre moderno y, para que no hubiese dudas al respecto, ese nivel de inmunidad superior se reflejaba, de manera “veraz” e

“indiscutible”, en todos los gráficos y tablas estadísticos oficiales y, además, era lo que predicaba la prensa en todas partes y lo que se enseñaba en las aulas… y ante toda esa “evidencia” mediática y académica, entonces como ahora, confiábamos todos en la C.C.I. y en su única medicina moderna y, con ese convencimiento, nos sentíamos completamente seguros bajo esa protectora cúpula de tecnología médica de última generación con la que contábamos… pero de repente a principios de los años 80… saltó la alarma, desapareció la tranquilidad, volvieron los viejos fantasmas y el terror a la muerte se adueñó de la confiada e indolente población cobaya de Occidente… La prensa anunciaba que un nuevo y desconocido virus V.I.H. se había saltado esa supuesta campana de protección de la que disfrutaban las jóvenes generaciones de la

“sociedad del bienestar”; un “nuevo” virus había burlado ese sistema inmunitario supuestamente superior de los jóvenes ejemplares y, como en los viejos tiempos, un “nuevo microbio” se disponía a atacar y a aniquilar a los confiados y protegidos ciudadanos; es decir, según el mensaje y la explicación oficial que daba la C.C.I. y su prensa, ese desconocido virus tenía poder de acabar, en pocos meses, con los jóvenes cobayas que estaban, precisamente, en proceso de convertirse en las primeras generaciones de humanos “rediseñados y mejorados”

por el poder demiúrgico o el “fuego de los dioses” de la nueva y única medicina industrial.

Reclamamos la atención del lector en este punto para que se dé cuenta de la siguiente circunstancia: para la C.C.I. y su prensa era muy importante que quedara bien claro y fuera de todo debate que el sida, aunque era una

enfermedad propia del sistema inmunitario, con toda seguridad no tenía, ni podía tener, ninguna relación directa ni indirecta con esa “manipulación” del sistema inmunitario provocada por la introducción e incorporación masiva de vacunas y demás medicación industrial de carácter experimental que se había realizado u operado sobre esa misma población unos años antes y que ahora presentaba inmunodeficiencia… nada de eso; para la C.C.I. esa relación de causalidad entre el hecho de manipular el sistema inmunitario con productos industriales y que éste se estropeara por esa manipulación experimental no tenía posibilidad alguna de que se pudiera, ni siquiera, plantear y, por tanto, afirmaba en exclusiva en todos los medios de información… que el sida se trataba de una nueva enfermedad totalmente inédita, una nueva y desconocida infección y, como en toda infección, existía la posibilidad de contagio, del cual pronto informaron que tenía lugar por vía sanguínea, sexual y parenteral. En resumen, el lector debe apreciar que, si se afirmaba y se convencía a los ciudadanos y a la clase médica de que el sida era una infección por un nuevo virus, se descartaba que hubiese relación alguna con un mal resultado de la manipulación experimental realizada sobre ese mismo sistema inmunitario, unos años antes.

Debido a las características morbosas del contagio y a la circunstancia que algunos de los primeros afectados fueron míticos actores y gente famosa del espectáculo (Rock Hudson, Freddie Mercury…), la prensa de todo género (seria, amarilla, rosa, científica…) estuvo explotando el tema del sida durante más de una década y, con todo ese megaesfuerzo informativo, al mismo tiempo que hacía negocio mediático del miedo, del terror y de la ansiedad de los ciudadanos que buscábamos información desesperadamente, al mismo tiempo y por el mismo precio, iba creando una auténtica “realidadmediática y, por tanto, reforzando la idea oficial (aunque falsa) y dominante que había presentado la C.C.I. de que una nueva infección causada por un nuevo virus amenazaba la vida de los ciudadanos.

El muy explotado recurso del miedo al microbio enemigo que aguarda el momento de atacar al humano civilizado fue hábilmente utilizado de nuevo por la prensa para hacer negocio y ganar audiencia, y no tuvo en cuenta que, con su formidable poder demiúrgico y mediático y con sus numerosas tertulias llenas de

“enteraos” y sus numerosos documentales y noticias… estaba dando “realidad” y

“existencia” virtual o mediática a un virus que, en realidad, era y es un

“artefacto” inventado que ni siquiera tenía, ni ha tenido, ni tiene… existencia real.

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